martes, 23 de junio de 2009

proviene de una despeñadura enloquecida

proviene de una despeñadura enloquecida insinúa una suave sonrisa divinal respira la celeste mirada de su sol consume la agónica tristeza de las hojas interpreta la silenciosa huracandad del tiempo cavila debajo de la noche y la tormenta desangra en las cinco parcelas de la Tierra navega entre borrasca grito y alborada agoniza en la nieve en el llanto y en el plato cabalga con toda la tristumbre de los montes transita en tempestades mundanal miseria maldice las horrendas torturas del hermano consagra la levadura eterna de los panes conoce los pasos permanentes de la sombra despliega temores ramalazos y portentos se agita en el fuego bravío de la mar se afinca en la locura en lucha con su pena mendiga la lumbre de la gota en el alambre quisiera recuperar el curricán perdido tritura las indómitas fieras que lo acosan renace de entre la podredumbre de la fosa se entrega en las redes de un tiempo submarino violenta volcánico la luz de otras estrellas arremete contra la infancia alada de las rosas se enrumba delirante al acecho de otra aurora se astilla ante el antiguo malecón del puerto desgarra el alma fulgurante de la flor se inclina sobre los fogonazos de sus huesos se aferra a las entrañas de su viejo pan llovizna sobre la polvareda de sus sueños desguaza furente el huracán en alta mar desgaja las indomables fauces de la sombra se eterniza sepultado en la fragua de la guerra se esfuma entre las ventanuras del azul nos acusa nos grita y nos reclama


http://www.youtube.com/watch?v=I22bgj_sPps

martes, 16 de junio de 2009

"La revolución está en una encrucijada"

VENEZUELA: ''La Revolución está en una encrucijada''
Entrevista al politólogo Juan Carlos Monedero sobre la situación en Venezuela-
"(...) Cuando uno mira la historia de las revoluciones, uno se da cuenta que se empezaron a pudrir cuando se frenó la crítica, cuando se silenció el debate. Yo he escuchado a guerrilleros decir que no tuvieron miedo cuando estaban en la montaña y que en cambio ahora se tientan la ropa antes de hablar en determinados lugares para que estos burócratas de la revolución no los perjudiquen. Si hago una comparación en seis años que llevo aquí, diría que la Lámpara de Diógenes era un programa ofensivo, La Hojilla es un programa defensivo. Creo que es necesario recuperar la frescura que tenía el proceso revolucionario y que algunos vemos que se está perdiendo y está siendo sustituida por una burocratización, en la que hay un exceso de monólogo. (...)"

-Por: Hugo Prieto

-A principios de mes se celebró el encuentro "Intelectuales, democracia y socialismo: callejones sin salida y caminos por recorrer". Uno de sus organizadores fue Juan Carlos Monedero, responsable de formación del Centro Internacional Miranda. Apenas se abrió el derecho de palabra, con la propia intervención de Monedero, surgió la autocrítica más profunda que se ha hecho filas adentro, es necesario aclararlo del proceso bolivariano.Intelectuales que no tienen ningún reparo en manifestar su apoyo al presidente Chávez, pusieron el dedo en la llaga en temas tan apremiantes como la conformación del Psuv (visto como instrumento de la revolución), la gestión gubernamental, el modelo económico y la participación popular, entre otros. El balance es una radiografía que muestras aciertos y fracasos, sin atenuantes. Las críticas más acérrimas llovieron desde el chavismo, en especial sobre lo que Monedero denomina como un "liderazgo acomodaticio", funcionarios "que no resisten una auditoría".Pero esto es el mero síntoma de una enfermedad, cuyo pronóstico es reservado. "La revolución bolivariana está en una encrucijada", sentencia Monedero. Los cinco fantasmas de la cultura política del país (ver registro verbal) generan, precisamente, ese tipo de liderazgo. ¿Qué significa esto? "Los diferentes niveles del país, en lugar de hacer el esfuerzo de buscar sus soluciones, esperan que sea el liderazgo del Presidente el que baje esas soluciones. Que resuelva todo y quedan las preguntas ¿dónde están los documentos teóricos de la revolución bolivariana?, ¿dónde están las diferentes sensibilidades ideológicas? Es un problema terrible".En el seminario hubo coincidencia en tres puntos. Uno, "la importancia del liderazgo del presidente Chávez". Dos, "el flaco favor que le hace a Venezuela una oposición, cuyo único objetivo es regresar al pasado". Tres, "los enormes logros del proceso bolivariano". Si bien el liderazgo del Presidente resultó "crucial para superar el callejón sin salida de la IV República, ahora resulta necesario impulsarlo hacia otro momento para que este proceso pudiera seguir avanzando."Lo que buscamos es empoderar al pueblo y que el Presidente lidere ese empoderamiento".Las críticas no se hacen desde las filas del chavismo sino desde los medios de comunicación tradicionales, cuyo interés no es señalar errores y claroscuros ideológicos, sino poner de manifiesto el empantanamiento.El Presidente fue la principal virtud, junto con el pueblo, que ha permitido el advenimiento de la V República. De lo que se trataba es que no se convierta en un vicio y por tanto ese liderazgo, tan relevante, hay que repensarlo en otra dirección, porque la propia fuerza de Chávez ha generado lo que yo llamo ese liderazgo acomodaticio. Decía Ludovico Silva que si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos.Creo que podemos decir que si los loros fueran chavistas serían chavistas ortodoxos. Por fortuna el Presidente es el primer heterodoxo del país. Esa fortaleza genera problemas que podemos identificarlos en tres áreas: el consejo de ministros, la Asamblea Nacional y el Psuv, que en mi opinión, creo que no terminan de funcionar.¿A qué problemas se refiere?Si ministros, diputados o cuadros del partido renuncian a disentir con el Presidente, si renuncian incluso a ser abogados del diablo, no se están ganando el sueldo. Si el consejo de ministros calla hasta que el Presidente baje línea, si la Asamblea Nacional hace algo similar, al igual que el Psuv no se está ayudando al Presidente para que mande obedeciendo.Al presidente Chávez le encanta bajar línea. Es el primero que le pide al TSJ que `actúe’. Es el primero que le pide a la Asamblea Nacional que apruebe una ley.Es el retrato hablado de lo que usted menciona. ¿Cómo se supera eso?Se supera saliendo de ese liderazgo acomodaticio. Insisto, el ministro que no disienta con el Presidente y con otros ministros, no se está ganando el sueldo. El diputado que no disienta con la presidenta de la Asamblea o con el Presidente, de manera que de ese debate dialéctico surja la mejor propuesta, no se está ganando el sueldo. El militante del Psuv, de cualquier batallón o de la dirección nacional, que no disienta o que silencie su voz alternativa, no se está ganando el sueldo y encima le están haciendo un flaco favor a Venezuela, porque el Presidente va acumulando responsabilidades, cada vez más, y al final dinamita lo que fue el corazón de este proceso. Es decir, mandar obedeciendo y de esa forma recuperar una forma de democracia que no existía y que enamoró y sigue enamorando a tanta gente, aquí y en América Latina.Al escucharlo, uno piensa que la revolución bolivariana está en una encrucijada.Sí, sí. Estoy de acuerdo.¿O se retoma el camino o se llega al despeñadero?Cuando uno mira la historia de las revoluciones, uno se da cuenta que se empezaron a pudrir cuando se frenó la crítica, cuando se silenció el debate. Yo he escuchado a guerrilleros decir que no tuvieron miedo cuando estaban en la montaña y que en cambio ahora se tientan la ropa antes de hablar en determinados lugares para que estos burócratas de la revolución no los perjudiquen. Si hago una comparación en seis años que llevo aquí, diría que la Lámpara de Diógenes era un programa ofensivo, La Hojilla es un programa defensivo.Creo que es necesario recuperar la frescura que tenía el proceso revolucionario y que algunos vemos que se está perdiendo y está siendo sustituida por una burocratización, en la que hay un exceso de monólogo.Si el disentimiento y la crítica no tienen una expresión, que además tenga utilidad, ¿usted cree que la figura del presidente Chávez va a permanecer incólume frente a los procesos políticos y sociales que se están dando?Si en el seminario hablamos de hiperliderazgo es porque creemos que esa forma de ejercer el poder debilita al Presidente.Estamos absolutamente convencidos de que la figura del Presidente es indispensable al día de hoy en la marcha de este proceso. De ahí mi enfado con aquellos que se acomodan a ese liderazgo, algo que me recuerda mucho a los extras de las películas, que se tapan el rostro para poder salir en más escenas. Son personas que se escudan en el portaviones Chávez para ellos no recibir ningún tipo de daño. Pero al final, como decía Fidel Castro, el presidente Chávez no puede ser el alcalde de todos los pueblos de Venezuela. Eso, por un lado, lo refuerza para tener el máximo poder, pero por otro lo deja absolutamente vulnerable.En Cuba se demostró que hubo continuidad del sistema político a pesar del hiperliderazgo de Fidel Castro. Si aquí ocurriera algo similar, ¿qué pasaría?Cuando el Presidente decide impulsar al Psuv, creo que hace una reflexión muy honesta y muy sincera que es precisamente esta: si yo falto este proceso se cae. Creo que el impulso de un partido de la revolución tenía esa angustia. La necesidad de blindar un proceso que es la garantía de que las mayorías de este país tengan esperanza, en caso de que el Presidente faltara. Creo que hay mucho por hacer. Hace unos cuantos años dije que el mayor éxito del presidente Chávez será cuando haya 100 personas que lo puedan sustituir sin ningún tipo de quiebra. Ojalá de esas 100 personas, 80 sean mujeres. Creo que es una asignatura pendiente. En 10 años, la revolución no ha hecho una escuela de formación ni de cuadros del partido ni de funcionarios del Gobierno.¿El Centro Internacional Miranda no es eso?No funciona como tal, tampoco ha tenido los recursos para hacerlo.Formamos una cohorte, luego esa cohorte se mantuvo en la Escuela Venezolana de Planificación, pero con la rotación enorme que hay con los cuadros ministeriales en Venezuela, no hay continuidad al respecto.Hay funcionarios que pasan de un ministerio a otro y se llevan consigo a un grupo de burócratas que los siguen fielmente como si se tratase de un ejército personal.Esa es una señal de debilidad del Estado. Por otra parte hay ministros que llevan tanto tiempo en el Gobierno, que creen que el ministerio les pertenece, hasta el punto que cuando son relegados, exigen a quienes ellos creen que son sus fichas, que renuncien. Incluso cuando regresan, aquellos que no abandonaron el barco los han botado. No tiene sentido que en un mismo gobierno, un cambio de ministro implique la salida de 200 personas. Eso supone una discontinuidad que no se la podría permitir un país rico y yo me pregunto, ¿se lo puede permitir Venezuela? Toda transformación política supone una reinvención de la función pública. Es decir, salir del cuadro funcionarial del antiguo régimen y sentar las bases de un nuevo cuerpo funcionarial que sea leal con las nuevas formas constitucionales y la nueva lógica política. En Venezuela eso está pendiente.Con la urgencia se implementaron las misiones, pero llega un momento en que las institucionalizas o se desploman, porque la mística no funciona de una manera permanente.El partido se confunde con el Estado, con la sociedad, con las misiones, con los consejos comunales. ¿No es el cáncer que llevó a la tumba al socialismo del siglo XX?Eduardo Galeano, que no pudo venir, me escribió hace un par de días felicitándonos por el seminario y el tono crítico del mismo. Recordándonos, además, que repetir el pasado sería el fin de la revolución bolivariana. Y que actos como el que organizamos en el CIM es una señal de que estamos aprendiendo de los errores. Venezuela no era un país que destacaba por sus movimientos sociales. No había un sistema de partidos políticos que permitiera articular a sectores críticos. Por lo tanto, las respuestas para cancelar la enorme deuda social tuvieron que impulsarse desde arriba. Pero no hay socialismo si no hay socialistas. Igual que no hay cooperativismo si no hay cooperativas. Ahora mismo, la revolución está en una encrucijada para no repetir los errores, por ejemplo, del PRI.No nos vayamos a la URSS sino a un referente más cercano. El PRI (México) seguía llamándose Partido Revolucionario Institucional y desde arriba construyó sindicatos, organizaciones, redes sociales, pero que en el fondo eran todas formas burocráticas de control.¿No le da miedo coincidir con Vargas Llosa, que caracterizó al PRI como la dictadura perfecta?Venezuela puede aprender de esos errores y no repetirlos.Por eso la crítica debe estar, ahora mismo, en el corazón del proceso.REGISTRO VERBALJuan Carlos Monedero, en algo más de seis años, ha estudiado lo que en teoría marxista podría denominarse como la formación histórica y social de Venezuela. Al identificar las pulsiones que moldean el carácter del país, Monedero habla de "cinco fantasmas que siempre han revoloteado en su historia". En parte, la V República los "ha solventado parcialmente, porque siempre están ahí, dispuestos a regresar y todos confluyen en la figura histórica de un líder necesario". Por eso, el tema del liderazgo refiere a un nudo central de la democracia venezolana. Y eso es algo que se debería tener muy en cuenta.El primer fantasma. La mentalidad rentista: que, de alguna manera, "hace descansar en la figura del líder la solución de todos los problemas". La imagen más acabada la transmitió el canal 8, "la señora que con un niño en brazos, decía: con Chávez, por fin, me ha caído mi chorrito de petróleo". Ese liderazgo, así entendido, infantiliza y por tanto no permite que el pueblo sea corresponsable de la marcha de su destino.El segundo fantasma. El centralismo. "Es cierto que la descentralización se utilizó como palanca de penetración del neoliberalismo, pero centralizar todo en una persona es problemático.Aquello que decía Robespierre, Rosa Luxemburgo y Trosky. El partido sustituye a la sociedad, el comité central al partido y el secretario general al comité central".El tercer fantasma. El militarismo. "Con la unión cívico militar se ha dado un salto de gigante. Que en vez de fotos del presidente de Estados Unidos haya fotos del Che Guevara en los cuarteles es una esperanza. Pero el militarismo vuelve a recurrir a la idea del comandante en jefe, que de alguna manera es quien solventa ese problema".El cuarto fantasma. El clientelismo partidista, que de algún modo regresa: "ayer era adeco y hoy es del Psuv. Es un tremendo error. Los burócratas de la revolución creen que alguien les ha dado la orden de que si no se está afiliado al Psuv no se tiene el acceso a la ciudadanía. De ahí surge la idea, por ejemplo, de que consejos comunales y Psuv es lo mismo".El quinto fantasma. Corrupción e ineficiencia. "Dos caras de la misma moneda. Es la ausencia de Estado. De hecho, Venezuela es el único país de América Latina que no tiene un Instituto Nacional de Administración Pública. Las cosas que tienen que ver con la administración pública están en una esquina del Ministerio de Planificación".-inSurGente/Aporrea/16/06/2009

http://vocerobolivariano.blogspot.com/2009/06/venezuela-la-revolucion-esta-en-una.html

jueves, 11 de junio de 2009

Epistolario a Fidel

Fidel Amigo:

El mundo está con Usted y con su Cuba, nuestra Cuba, más bandera que nunca desplegada a la esperanza. A pesar de todas las interferencias en estos días de noche oscura, el mundo sintoniza, está pendiente del Territorio Libre de América. Quienes sabemos del camino, del viento, del Moncada, del Che, de la sierra, de la muerte y la arboleda - los mejores testigos de sus sueños -, rogamos para que Martí los acompañe y nos recuerde que la inteligencia se ha hecho para servir a la patria y que la libertad es la religión definitiva, mientras la poesía de la libertad el culto nuevo. La voz de Europa, la del mundo, la de América y América Latina esperan a cada instante por su voz, por la voz de Martí y la de Bolívar, las voces certeras del encuentro en Libertad. Porque nunca la tierra más firme ni más azul el mar que desde la garita de las islas.
Desde estos ventisqueros de Los Andes, de donde partiera el Héroe a liberar sus patrias, pedimos a la gallarda cubanía, empuñada entre sus manos, ilumine la noche que se cierne sobre América. Que la espada de su isla no cese en la trocha que nos falta por abrir. Que las manos de Bolívar fuljan en sus manos, hasta que América alcance su destino al fragor de sus hazañas, mientras vibre su espada en el camino. Que el ejército rojo, insomne, vele por nosotros en esta noche de América, al lado del barco mercenario que nos mira, nos apunta, nos vigila.
En esta suprema encrucijada de historia y liderazgos, donde cada quien quiere su imagen agigantar, decida Usted, Amigo, como los héroes, entre el destino y el poder. Usted que tiene la palabra, el destino y el poder, díganos: ¿Cómo subsanar el hambre en Libertad? ¿Cómo sobrevivir? ¿Cómo trascender en sobrevida? ¿Cómo grabar el sueño entre los árboles para que vaya andando en el aire, como ellos, hacia arriba? ¿Cómo compartir la luz del mundo al mismo tiempo que la noche oscura? ¿Cómo condenarnos juntos o salvarnos todos con las mismas manos y las mismas sombras?
Comandante Amigo: Cada uno tiene su Moncada, su encuentro con la historia. Ojalá, entre los reales dominios de la violencia, sepamos ajilar esta caña, abrir este camino entre los dioses y los lobos que asechan la esperanza. Salud, estrella de cinco puntas, estrella de todos los justos. Salud, Sol solitario, Sol de José Martí, Sol del 26 de Julio. Sol de América, Sol del Mundo que haremos, los que vamos a vivir le saludan. Prohibido llorar sobre los vivos. Préstenos su esperanza, ternura y arrechera; sus montañas, sus morteros: su magia, soledad, naufragio y suerte; sus planos, sus trincheras, sus secretos, para empuñar fusiles nuevamente.
Mientras tanto, al calor del merensón, de la música caribe en que se esconde el diapasón del Tiempo, señálenos Usted el rumbo, el ritmo, el paso, el viraje, el aire que nos falta, el necesario, para andar en alta mar, en alta vida. Sólo, entonces, el hombre peregrino, en medio de esta horrenda polvareda, marchará alegre y sin ningún sonrojo. Convencido de que roja será la rosa que recuerde su paso. De que roja será la rosa en el azul del sueño. Hasta que vuelva el fantasma a recorrer el mundo y nosotros le sigamos llamando Camarada.
¡Hasta la empuñadura! ¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante! ¡Hacia la esperanza! ¡El laurel y la luz del ejército rojo a través de la noche de América con su mirada mira!

San Cristóbal, 26 de Julio de 1998.A 45 Años del Moncada.



Respuesta de Fidel Castro a Pablo Mora


Sr. Pablo Mora.
Estimado amigo:

Mucho agradezco su amable carta, que me fuera entregada durante la ceremonia de conmemoración del 26 de Julio; como usted sabe, el Protocolo constituye uno de los peores tormentos a que todo Jefe de Estado debe someterse. Su misiva, señor Mora, me permitió sustraerme durante un buen rato a la recepción ofrecida por nuestra Cancillería al Cuerpo Diplomático; con el pretexto de leerla - mis ayudantes la anunciaron como correspondencia de Estado - pude retirarme por largo rato a una discreta sala privada. Allí aproveché para descabezar un breve pero profundo sueño; es que los años pesan, señor Mora, y no puede pretenderse que el cuerpo de este septuagenario Comandante mantenga intacta la fortaleza física de aquel impetuoso abogadito que, hace hoy 45 años, dirigiera el casi suicida ataque contra el cuartel Moncada.
Debo y quiero ser cuidadoso en mi respuesta, señor Mora. Usted me es absolutamente desconocido; por tanto, estoy obligado a creerlo no sólo un compañero sino, además, un compañero bien intencionado. Por esa razón, no debo ni quiero dejar sin comentar algunas de sus expresiones, que me parecen peligrosamente equivocadas en un revolucionario. Me alegrará que estas modestas reflexiones atraigan su atención.
Dice usted, señor Mora, que el mundo está conmigo, y con "mi" Cuba. ¿Lo cree usted realmente? ¿Cree que en ese mundo dominado por las transnacionales de la desinformación, los pueblos tienen acceso a los datos reales del proceso que sigue nuestra isla? ¿Cree usted que continuamos viviendo bajo el manto de la mística, como ocurrió en la década de los sesenta? No se equivoque usted, señor Mora; no cometa el error de subvalorar al adversario: hoy por hoy, las más descarnadas apetencias del discurso liberal campean desde Fairbanks hasta El Cabo, desde Punta Arenas al Mar de Laptev. Y no serán los ruegos a ningún héroe los que nos ayudarán a sortear las dificultades del camino, por más que ese héroe se llame Martí, Bolívar o Espartaco. Nuestro objetivo, señor Mora, no se afinca en la implantación de ninguna religión definitiva, que eso pertenece a la conciencia libre y soberana de cada cual. No luchamos por religión alguna, sino por crear, paso a paso, un orden más justo, más libre, más pleno, que permita que cada cual, respetando la de los otros, pueda seguir su propia religión. Tampoco intentamos afirmar nuevos cultos; ya ve usted, nuestros propios ritos patrios siguen el esquema de los ritos nacionales burgueses. Eso no nos preocupa, naturalmente, porque en definitiva sabemos que los ritos no son más que herramientas que ayudan a mantener el entusiasmo y el fervor tan necesarios en los momentos duros que nos ha tocado vivir.
Las voces de América y del mundo, señor Mora, las voces de Bolívar, Martí, San Martín, Moreno, Túpac Amaru, Lumumba, Albizu Campos, Aquino, Durruti, Sandino, Artigas, Guevara y de tantos otros héroes no necesitan esperar por la voz de nadie, mucho menos por la mía. Los pueblos, téngalo por seguro, saben escucharlas. No para obedecerlas sin más, ni adherir a ellas como si fueran nuevas Tablas de la Ley; pero sí para escucharlas con espíritu crítico, desechando de ellas lo desechable, y aprovechando de ellas lo aprovechable. El mensaje del combatiente, señor Mora, deberá cumplirse un día y quedar, entonces, vacío de virtualidad creadora. El ejemplo de esos hombres, en cambio, nunca se agotará. Y en eso, nada tiene que ver mi voz.
Ha de saber, señor Mora, que esa "gallarda cubanía", como usted llama a mi pueblo, no admite ser empuñada por nadie. El pueblo cubano comenzó su revolución a fines del pasado siglo (lo de 1959 es, apenas, un jalón), y en ella continúa, por su propio impulso, por su propia fuerza. ¿Cree usted, señor Mora, que los pueblos admiten ser "empuñados"? La confianza en el pueblo, señor, es imprescindible en todo revolucionario. Porque de nada sirven los dirigentes si no son respaldados, seguidos y empujados por esas miles de anónimas personas, mujeres y hombres, que conforman eso que llamamos "pueblo".
Pero no corresponde a Cuba iluminar "la noche que se cierne sobre América". No corresponde a Cuba, mantener su espada en la trocha que a otros corresponde abrir. No es rojo nuestro Ejército Revolucionario, señor Mora, sino verde, muy verde, tan verde como nuestras palmas. Somos solidarios, sí, y hemos dado suficientes pruebas de serlo con todos los pueblos del mundo. Pero una cosa es la necesaria solidaridad que entre todos nos debemos, y otra es el creer que estamos para cumplir tareas que otros dejan de llevar a cabo. Más bien es Cuba la que debiera hoy reclamar ajenas solidaridades. No una solidaridad expresada en solemnes declaraciones o rimbombantes rimas; sino una solidaridad militante que contribuya a modificar la relación de fuerzas y nos facilite el camino. No escapará a su clara inteligencia, señor, que la mejor manera con que un revolucionario puede manifestarse hoy solidario con nuestra Revolución, es impulsar cambios progresistas en su propio país.
Se equivoca usted, señor Mora, cuando me asigna la "palabra, el destino y el poder". La primera la tengo, claro está, en todos aquellos foros en que me es dado expresarme, por mandato y autorización de mi pueblo. ¿Conoce usted, señor Mora, la hermosa frase con que un latinoamericano héroe de la gesta independentista interpeló a su propio pueblo? Permítame transcribirla: "Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia soberana. Porque yo ofendería gravemente vuestro carácter y el mío, vulnerando vuestros derechos más sagrados, si pasase a decidir por mí un asunto reservado sólo a vosotros". Esto, señor Mora, fue dicho en abril de 1813, por alguien a quien su pueblo había conferido entonces la máxima autoridad; hoy, a 185 años de pronunciada, esa frase sigue siendo un mandato para todo revolucionario. Yo tengo la palabra de mi pueblo, por mandato expreso de éste, y la tendré hasta que los cubanos no decidan otra cosa. Pero sólo soy su dirigente máximo; no tengo más poder ni más destino que el que tal nombramiento me ha asignado. Ni tampoco quiero otro. Que, como dijo Martí, "toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". Y como escribiera Steinbeck, "cuando el pueblo necesita líderes, los líderes crecen como setas".
No me formule, entonces, esas sus interesantes preguntas sobre "cómo sobrevivir", ni como "trascender en sobrevida", ni cómo "subsanar el hambre en Libertad", "cómo grabar el sueño entre los árboles", o "cómo condenarnos juntos o salvarnos todos con las mismas manos y las mismas sombras". Interrogue usted a su pueblo. "Vete a mirar los mineros, los hombres en el trigal, y cántale a los que luchan por un pedazo de pan", pedía don Atahualpa Yupanqui. A ellos debe usted interrogar, no a mí. En ellos, encontrará usted todas las respuestas. Como dijo en cierta ocasión el Che: "Recurrimos --quizás demasiado seguido-- al pueblo. A veces en asambleas, a veces en diálogos directos en las fábricas, con los obreros, con estudiantes, pero siempre tratando de que nuestra voz y la voz de la gente puedan intercambiarse y que las ideas se intercambien así, que no haya limitación de categoría, limitación de estrados, ni ningún tipo de limitación, para que las ideas vayan y vengan entre todo el pueblo y nosotros".
Sí, buena cosa es que saludemos todos al Sol. Bueno es que compartamos esperanzas, ternuras y arrecheras. ¿Pero por qué habla usted de "empuñar fusiles nuevamente"? Los fusiles, señor Mora, se toman y se cargan y se disparan cuando ello es necesario, cuando no queda otra salida, cuando morir o matar es la única alternativa que resta para reconquistar la dignidad. Pero la Revolución ha de hacerse, señor Mora, para poder enterrar los fusiles, de una vez y para siempre. La Revolución es Paz, y por eso cuesta tanto, justamente. Permítame usted que recurra a otro concepto del Ché: "La fuerza --decía él-- es el recurso definitivo que queda a los pueblos. Nunca un pueblo puede renunciar a la fuerza, pero la fuerza sólo se utiliza para luchar contra el que la ejerce en forma indiscriminada. Nosotros (y podrá parecer extraño que hablemos así, pero es totalmente cierto), nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa (...) Hay algo que debe cuidarse; que es, precisamente, la posibilidad de expresar las ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos se logren algún día en América (...) Porque si esas aspiraciones del desarrollo económico –que son, en definitiva, las aspiraciones de bienestar en cualquier forma que sea y como quiera llamársele-- la aspiración del pueblo a su bienestar se puede lograr por medios pacíficos, eso es lo ideal y eso es por lo que hay que luchar.
No seríamos revolucionarios, si pretendiéramos señalar "el rumbo, el ritmo, el paso, el viraje, el aire", como usted nos requiere. La Revolución, señor Mora, pretende que cada uno piense con cabeza propia, enriqueciendo con sus ideas el patrimonio colectivo. Sabemos que es éste un proceso que exige muchísimo tiempo; "sabemos que no hay tierra ni estrella prometidas", que todo ha de ser aprendido y vuelto a aprender, que debemos rectificar una y otra vez nuestras ideas, para amoldarlas a la dinámica de un mundo que cambia aceleradamente ante nuestros ojos. ¿Pero acaso el marxismo no nos señala, justamente, que el desarrollo de las fuerzas productivas conlleva la transformación acelerada de los marcos sociales? ¿Y qué es este cambio tecnológico al que asistimos, sino un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas?
Quizá convenga olvidar el viejo fantasma que hasta hace poco andaba recorriendo el mundo. ¿Puede sostenerse, hoy por hoy, la existencia de una clase obrera en ascenso, sobre la que caería la hermosa tarea de hacer parir una nueva sociedad? ¿No alcanzan los datos económicos para comprender que esa clase obrera --en el sentido marxista del término-- tiende a desaparecer, para ceder su sitio a otro sector social? ¿No será ese innumerable conjunto de marginados y desempleados cada vez más lejos del circuito económico, hundiéndose cada día más en la miseria, el llamado a convertirse en la nueva clase revolucionaria? No me pida respuestas, señor Mora; soy apenas un revolucionario que tuvo la suerte de estar en el lugar apropiado, en el momento apropiado y en las circunstancias apropiadas; no soy un teórico. Confíe en el pueblo, y busque en él los nuevos marcos teóricos ajustados a las nuevas realidades. Conocerá usted muchos fracasos, pero no desespere; antes o después, los pueblos siempre encuentran su camino.
Y nada de laureles, señor mío; nada de empuñaduras, ni de ejércitos rojos. Si ha de haber laureles, será para honrar la memoria de nuestros muertos; mientras deba haber ejército, entre nosotros su color será verde olivo (y que cada pueblo elija el suyo); si ha de haber empuñaduras, será en las manceras de los arados.
Y ya que estamos, ¿qué tal si mientras avanzamos, vamos dejando por el camino el lastre de tanto rimbombante adjetivo?
San Cristóbal de La Habana, 26 de Julio de 1998.

Carta magna

Pablo Mora


Somos las dos terceras partes de la población de América Latina. Somos profesionales; ya formamos nuestro propio hogar. Nos proponemos alcanzar logros muy importantes para la empresa en que trabajamos y aspiramos a recibir a cambio una mejor remuneración y capacitación permanente. Somos trabajadores; laboramos para atender nuestra propia subsistencia y la de la familia. Confiamos en que saldremos adelante en la vida, con tesón y perseverancia porque estamos convencidos de nuestras propias capacidades. Somos muy críticos frente al país y al Continente que heredamos. Somos estudiantes de clase media baja, activos, capaces, que aspiramos a cambiar las cosas y a trabajar con ganas para sacar adelante a la familia. En nuestro futuro no vemos nada... ni grandes metas ni extraños horizontes... sospechamos, señores líderes, que ustedes nos ven con desencanto: pandilleros, drogadictos, conflictivos, trans, cuya única preocupación es la parranda de los viernes... ¿qué crédito podrán darnos si nos ven así? Señores dirigentes, volvamos a pasar la película y grábense otro casete en la cabeza, porque los jóvenes no somos eso.
Queremos ser mejores pero no tenemos a quien imitar. Si somos violentos, intolerantes y egoístas, es porque somos producto del país que ustedes mismos han creado. Entonces, señores dirigentes, empresarios, políticos, maestros, generales, ustedes deberían, ante todo, liderar con su ejemplo.
Hoy, los jóvenes vivimos entre dos sentimientos encontrados: de inmensa fe en nuestras propias capacidades y de desconfianza en las instituciones. Por eso, el siguiente mensaje va para los adultos: lo que ustedes están haciendo, como lo están haciendo, no funciona.
Nos sentimos divorciados de los actuales líderes del Parlamento y de la política, de Las Fuerzas Armadas, de los medios y del sector empresarial. De los primeros, porque están saturados de vicios y porque le imponen al país sus intereses egoístas, mezquinos, cuando la política debería ser el espacio más adecuado para realizar el bien común; de la televisión, la radio y la prensa, porque des-educan, volcando sobre el público valores negativos y una imagen distorsionada y falsa de la juventud. Y, divorciados, de las Fuerzas Militares, por corruptas.
Nuestros propósitos apuntan a que el hombre del mañana sea mejor y a que la sociedad esté cimentada en valores practicados en el seno de la familia, en los centros educativos, en las empresas, entre amigos, en el barrio y en la ciudad. Queremos que esos valores estén explícitos, que nos permitan integrarnos con los demás y que se conviertan en la huella digital que me identifique a mí y a ustedes como argentinos, chilenos, colombianos, peruanos, venezolanos y, también, como latinoamericanos.
Quienes contribuimos a escribir esta Carta estamos conscientes de que sólo creando con nuestro propio esfuerzo organizaciones grandes y sólidas lograremos aumentar nuestro poder negociador... Un llamado al optimismo. Señores dirigentes de América Latina: ¡Hagamos de la crisis una oportunidad! Que los problemas no se vuelvan un escollo insalvable, sino un fecundo estímulo para sentarnos juntos, ustedes y nosotros, a diseñar iniciativas. Los jóvenes de América Latina declaramos que nuestra responsabilidad indelegable es con el cambio, y la hora del cambio es hoy, no mañana.
(Fragmentos de la Carta magna elaborada por 450 jóvenes de cinco países (Argentina, Chile, Colombia, Perú y Venezuela), entre 14 y 29 años, de diversos estratos, participantes en la investigación “Somos Jóvenes”, desarrollada por el Convenio Andrés Bello).

Entierro de fusiles

Pablo Mora


En la Alocución del Presidente Chávez, al anunciar medidas de materia fiscal, cambiaria y de orden productivo, afirmó: "Tomé una determinación en Maracay que hoy quiero ratificarla delante de toda Venezuela y delante de todos los venezolanos. Dije aquella noche: soy zurdo, como ustedes saben. Soy zurdo y entonces me paso la espada a la mano derecha y le pongo la mano izquierda al arado, siguiendo aquella profecía, una especie de profecía bíblica que dice que algún día el hierro de las espadas, se convertirá en hierro de los arados, es decir del desarrollo, de la economía (...) Pido ayuda a todos para envainar la espada que es lo que finalmente algún día debemos hacer. Envainar la espada definitivamente y guardarla en el baúl de los recuerdos y ponerle las dos manos y todo nuestro ser individual y colectivo al desarrollo integral, al arado, a la paz, a la concordia nacional, al respeto de la diversidad que va a la búsqueda de soluciones y de caminos positivos para todos... Ratifico esa determinación con la más profunda y sólida de mis voluntades y les prometo que, y creo que ya hemos pasado una prueba en estos últimos días, les prometo que no voy a pasarme esa espada de nuevo a la mano izquierda. Pero pido ayuda de todos o a todos los sectores nacionales y más aún, repito, para envainarla."
Palabras que nos traen a la memoria la respuesta de Fidel Castro a la correspondencia que le dirigiéramos el 26 de Julio de 1998, a 45 años del Moncada: "Sí, buena cosa es que saludemos todos al Sol. Bueno es que compartamos esperanzas, ternuras y arrecheras. ¿Pero por qué habla usted de "empuñar fusiles nuevamente"? Los fusiles, señor Mora, se toman y se cargan y se disparan cuando ello es necesario, cuando no queda otra salida, cuando morir o matar es la única alternativa que resta para reconquistar la dignidad. Pero la Revolución ha de hacerse, señor Mora, para poder enterrar los fusiles, de una vez y para siempre. La Revolución es Paz, y por eso cuesta tanto, justamente. Permítame usted que recurra a otro concepto del Che: "La fuerza —decía él— es el recurso definitivo que queda a los pueblos. Nunca un pueblo puede renunciar a la fuerza, pero la fuerza sólo se utiliza para luchar contra el que la ejerce en forma indiscriminada. Nosotros (y podrá parecer extraño que hablemos así, pero es totalmente cierto), nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa (...) Hay algo que debe cuidarse; que es, precisamente, la posibilidad de expresar las ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos se logren algún día en América (...) Porque si esas aspiraciones del desarrollo económico —que son, en definitiva, las aspiraciones de bienestar en cualquier forma que sea y como quiera llamársele– la aspiración del pueblo a su bienestar se puede lograr por medios pacíficos, eso es lo ideal y eso es por lo que hay que luchar (...) Y nada de laureles, señor mío; nada de empuñaduras, ni de ejércitos rojos. Si ha de haber laureles, será para honrar la memoria de nuestros muertos; mientras deba haber ejército, entre nosotros su color será verde olivo (y que cada pueblo elija el suyo); si ha de haber empuñaduras, será en las manceras de los arados."
Ojalá compartamos la luz al tiempo que la noche oscura. Hasta salvarnos todos con las mismas manos, los mismos arados y los mismos sueños.

Meditación Patriótica

Pablo Mora



En medio de la noche, madrugando ideas, en este julio que comienza apenas, fieles a la creencia de que la vida es lo primero, a pesar de una y otra tempestad, pensamos que el camino sensato es oír las distintas propuestas, sin creer a ciegas en los mundos fantásticos que nos ofrecen los prestidigitadores al borde del atajo. Antes que estar dispuestos a cambiar de esquina o hacernos los locos frente al diario acontecer, reivindicar nuestro derecho a exaltarnos, enervarnos, interrogarnos, movilizarnos, agitarnos, sin desesperarnos.
Convencidos de que el paraíso de la eterna armonía es un jardín perdido, necesitamos asumir la voz de muchos, silenciada por la violencia cotidiana, tratando de no dejar ninguna duda o pregunta sin respuesta, dando la mano cuando haya que defender este o aquel derecho. Ninguna cruzada de vida ha de parecernos imposible, máxime si entendemos el futuro como una suma de días por hacer, como una fogata por venir.
Según los días vayan siendo, tal vez la indignación sea nuestra munición mayor. Cuidándonos de no permanecer callados mientras la mayoría grita. Gritando a favor de la vida, la convivialidad, la concomitancia, el reto, la tolerancia. Asumiendo la responsabilidad colectiva. Construyendo nuestro mejor país, codo a codo, en solidaria decisión, sin dejar de ver nuestros errores propios y menos destruyendo como fieras enceguecidas las faenas, honras, y famas ajenas.
Con voz, voto y veto, a rodear este esfuerzo, a superar este pleito. Irrumpamos contra la sangrienta demencia que de antiguo atenta con la tribu. Detrás el mito y su atroz corriente. El águila rapaz y su avaricia loca. Toda espumeante de historia, tragedias y misterios, exhalando el vaho putrefacto de los siglos, sorbiendo la polvareda de las necias apetencias, alcantarilla de los grandes asesinos en el desesperado despresamiento de los siglos, en el despellejamiento abismal de las brechas, trojes o caminos.
A afrontar un estado naciente, siempre subversión de un orden "natural”. Toma de conciencia colectiva, búsqueda de verdad, transparencia de intenciones. En sucesión de nacimientos, el viento del tiempo, a pesar de sus fragores, sopla a favor del hombre con la esperanza de que la ruta sea la más justa y la propia tribulación sea capaz de definir las líneas maestras del mundo futuro. Desafío cultural que demanda una vigilia creadora.
Las naciones nacen sobre todo de las horas de crisis. La conciencia histórica sobreviene precisamente en el estado naciente, es decir, en el corazón del proceso de renovación creativa. El progreso es construcción de lo improbable y dominio de lo desconocido. He ahí el desafío, el compromiso, la razón del tiempo; el tiempo del asombro y la razón. No resta sino construir o fundar la historia, la nueva historia, nuestro propio tiempo. Con nuestras mejores energías, a medida de nuestro propio sueño y nuestra propia gente.

martes, 9 de junio de 2009

Al vino vuelo

Pablo Mora


¡Todo está alegre, menos mi alegría y todo, largo, menos mi candor, mi incertidumbre! Mi triste tristumbre se compone de cólera y tristeza y, a su borde arenoso e indoloro, la sensación me arruga, me arrincona. Execrable sistema, clima en nombre del cielo, del bronquio y la quebrada, la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre. La tristeza se cuela en el mediodía, se empoza a veces en el corazón, con un sabor a nostalgia. La alegría, en cambio, ese rumor de los cauces de agua de la infancia, para hacer crecer almácigos de encantamientos y contenturas, hasta ir construyendo en la sonrisa de las estrellas la dulzura de los días vividos y los por vivir. Lejos agotamientos o desgastes, llagaduras, desgarros, destrucciones. Vivamos la alegría de por vida. En el supremo instante sonreír. Que nunca la tristeza nuestra sea. A punta de alegría el porvenir. Afirmarla, nombrarla, repartirla. Apostemos la vida a la alegría. Hagamos el azul o la alegría.
A bretel caído, a calzón quitao, al rompe, al filo o al compás del sueño, al vino vuelo de la rosa roja; a tientas, a escuras, a toda luz; a la chita callando, a pie juntillas, a bocajarro, a tiempo, a destiempo, al alba, al ex abrupto, a las primeras; al derecho, al revés, a troche o moche, al rojo vivo, al alimón, al encendido o escondido; de todos modos, dentro del campo, fuera de campo; contra uno o contra todos; contra el cero o contra el infinito; en la alcoba, en el ágora, en el prado, en un garito, en una barricada, en un motín, en una encrucijada; en periferia o fuera de lugar; en el miedo, en el medio, en el subfondo; santiamén, apagón, glorieta o misa; por un soneto, un trébol, un té o un anillo de hojalata; un empujón, palmada o toque puerta; por una muñeca que llore como cualquier poeta o cualquiera de nosotros; por un par de lámparas viejas, por dos bombillos, por un plato de lentejas, por dos piernas fructosas, por unos pechos luz o unos senos flor, por el orgasmo del valor en celo, hagamos el azul o la alegría.
A todo lo ancho y a todo lo largo; a todo lo angosto y todo lo hondo; desde el principio hasta el fin; por todos los costados; por dos ojos vagabundos, nocturnos, callejeros; por una sonrisa o cuatro besos; por los dados de la túnica jugada; por los colgajos que se guinda en las orejas la mulata, la terracota, la pálida, la morena, la amarilla, la catira o hiperbórea rubia de los sueños. Por un fiado y tres ginebras, tres arreboles o luciérnagas; por unas blancas colinas o unos muslos blancos cuando vayan de silencio. Por una baraja incompleta; por este mientras, este con todo o a pesar; por este nunca y este cuando; por este punto suspensivo, este punto y aparte; por el punto final de este junio o el inicial que nos aguarda, hagamos el azul o la alegría.
A paso firme, recio o redoblado; en casa o fuera de ella; en la azotea, en el desván, la acera, en el jardín, en el altillo o la escalera; en las buenas y en las malas; por quien se llame pedro, pablo o pura; por tres jazmines vivas, en pelotas; por la insomne vagina de las vírgenes; por la humana materia rediviva; por el fuego sacro; por la gracia bíblica, el dios desconocido o los dolores colectivos; por quien no almuerza, toma, ni se ríe; por quien no tiene su vestido azul; por el que nació o no ha nacido; por el que solamente ha nacido; por el gato triste, por el piojo ciego, por estas fiestas, estas dudas, estas horas, este rato, este sol, este trato, este viernes, este trago, esta copa, sin más ni más, así nomás, no más, por quien desencadene, atice y ría, con júbilo, vivamos la alegría, levantemos la copa, la alegría, definitivamente la alegría, eternamente estalle la alegría, vivir por la alegría, combatir, de cara al sol, morir por la alegría.

La copa por la vida

Pablo Mora





Hoy levanto mi copa por la vida
Gustavo Pereira




A espaldas de Sergio Stepansky, con permiso del León de Greiff, alegre sólo cuando estoy a solas y entre la noche, juego mi vida, cambio mi vida, la juego o la cambio por el más infantil espejismo, la dono en usufructo, o la regalo, la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin; cambio mi vida por la cándida aureola del idiota o del santo, la juego por un traje a la medida, por lo que debería de ser y no ha sido, por los que serán, somos, fuimos, seremos o no seremos; por los exabruptos, los porcentajes exigidos, por los goles tintos que ligamos o alquilamos, por lo evitable, inevitable, postergable, por las posibilidades de la utopía, por lo factible y lo imposible, por quien elabora la vida humana o la devora, por las opciones, arreglos, alternativas o valores, por el argumento clave, por la fórmula del cálculo, por el abastecimiento de las masas, la consecuencia de los juicios; por las tendencias del mercado, por una iluminación total, por el papado, por el que siempre ha tratado, por los conflictos fundamentales, por la subordinación, la sumisión, la infidelidad, la lealtad; lo intangible y lo palpable, lo deleble, lo durable. Por los buenos, por los malos, los usados, los convertidos, jacobinos o paulinos, los expuestos, manipulados, los íntegros, impuros, los ingenuos, los ufanos, los variados, engañados, los corrientes, miopes o daltónicos, los violentos, exaltados, derivados, decididos, centralizados; los inspirados, excepcionales, dubitativos, exclamativos, los sistemáticos, aplicados, los pasibles o posibles, sospechosos, verdaderos, prepotentes, agregados, los inclusos, los reclusos, los imprescindibles, grises o notables, abastecidos, despreciados o apreciados, los constantes, inconstantes, cobradores, empleados, los devastados, religiosos, ceremoniosos, operativos, pomposos, disfrazados, revestidos, estrafalarios, obligados; los solemnes, sagrados, armados, profanados, organizados, depuestos, efectivos, movilizados, incorporados, atizados, ovacionados, satisfechos, engañados, destronados; los tumultosos, implacables, partidarios o malvados, exaltados, conducidos, depurados, editados, reeditados, recordados, protegidos, olvidados, impulsados, convertidos o frustrados; vencidos, salvados, condenados, terribles, desterrados, purificados o sangrados, espontáneos, conocidos, entrenados, repudiados, engarzados, anunciados, esfumados; citables, inevitables, concretos, esperados, transitados, enfrentados; videntes, invidentes, procedentes, empeñados, solipsistas, asombrados, extasiados, revelados, transmutados; sumisos, escondidos, perceptibles, hostiles, favorables, faroleados; obsesivos, avergonzados, misioneros, transgresores, embarazados. Por un plato de lentejas, un canto a España, unos pasos perdidos, las vocales de Rimbaud, el hueso innominado; por un vaso de aguardiente, ajenjo o vino, por lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo; por lo más anodino, lo más obvio, intrascendente, baladí; por una pipa, un crepúsculo, un gorila, dos panteras; por quien no almuerza, toma, ni se ríe, por quien no tiene su vestido azul, por el que nació o no ha nacido, por el que solamente ha nacido; por el gato triste, por el piojo ciego, lo amado, lo vivido, lo leído; por estas fiestas, estas horas, estas dudas, pugnas, pulgas; este rato, este sol, este trato, este viernes, este trago, esta copa; a espaldas de Dios… sin más ni más, así nomás, no más; por quien desencadene, atice y ría, por el vivir que se ha puesto al rojo vivo, con júbilo, vivamos la alegría, levantemos la copa por la vida, definitivamente la alegría, eternamente estalle la alegría, vivir por la alegría, combatir, de cara al sol, morir por la alegría.

Juguemos al hombre

Pablo Mora



Descubrir el secreto de los vinos. Meterle a diario goles a la luna. Esconderles los dados a los dioses. Añadir algo al mundo y al camino. Responder por los sueños que inventamos. Dar siempre de beber a las botellas. Darle un abrazo fuerte a la existencia. Darle tiempo al camino a que regrese. Dar con el canto ufano del asombro. Dar nuestra vida por un arma en paz. Juntar todos los pasos de la sombra. Escuchar la algazara de los sueños. Apiadarse de una pomarrosa engrifada entre el llanto de la lluvia. Celebrar cumpleaños a los árboles. Basta un lucero para que haya noche y sólo un pan, para la vida eterna. Disfrutar de quien juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Sentir que el viento acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. En noche oscura enarbolar el sueño. Cantar de las contiendas la ventura; del parentesco, la divina costa.
Testigos del aullido de los hombres, saberse en los pipotes de basura, en el clamor del hambre en su galope. Sentarse en el lugar del hambre, vivos, vivos, en pie de muerte, andando, andando. Detenerse a la orilla de una lágrima. Saber del diapasón del pobre pobre. Seguirle las jugadas a la muerte. Ir al atajo que nos lleve al hombre. Enterrar lo más hondo el desvarío mientras la muerte nos espera un rato. Irnos de contragolpe hacia la muerte, cantando entre los pinos asombrados. Irnos de tempestad en tempestad. Velar, virar, vivir mientras morimos. Comprobar que la alegría existe, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol. Defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas, si bien el jaque final estará siempre en otras manos. Alcanzar un vano, donde la muerte no quepa. Con el destino en guerra con la muerte. Convencerse del viaje hacia la sombra, echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte. Morir de asombros. Llegar vivos a la muerte.
En noble pugna, golpe a golpe, a contragolpe, con vigor de brazo, agilidad de pies, pura danza, avanzar, frustrar hazañas, convertir. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, zigzagueando —ráfagas encendidas, líberos, mojados por el tiempo, invitados del polvo eternamente— bailar, correr, volar, ir al frente, atacar, adivinar, cumplir tiempos, correr el peligro de la vida, adelantar, vivir, sobrevivir, resistir hasta el último combate. Con la pena final en otras manos, esperar el pitazo irremediable, volver con la victoria. A juego limpio salvar la luz, salvarnos juntos, salvar al hombre —la sal menuda de amorosos huesos—.
Persigamos un arte del hombre, con el hombre, para el hombre. De cara al hombre y a pesar del hombre. Un arte en el que no falte nada del mundo, nada del hombre. Nada del aire, ni del fuego, ni de la tierra, ni del mar. Un arte a sangre y fuego, a paso largo. ¡Capaz de amar, capaz de armar la paz! ¡Capaz! ¡Capaz! ¡Capaz! ¡Capaz! ¡Capaz! Fortalezcamos la casa del hombre. No hay juego que perder. Será la última experiencia si queremos resarcir vida, patria, libertad y pan. Conversemos con la esperanza muerta, con el deseo difunto, con el sueño ido, con la sangre rebelde del olvido. ¡Juguemos al hombre! ¡Al hombre, a la mañana y a la vida! ¡Pan y paz para el hombre de este tiempo!

El Che en San Cristóbal

Pablo Mora


Un día de no sé qué año del Caribe, conocimos al Che, dimos con el Che, con Ernesto Che Guevara. Tal como la niebla y el Torbes de esta villa, también lo cobijaron. Supimos que integró la lista del “Granma”. Inmerso en la lucha, en el hormigón de la historia, al amparo de la Revolución, vigilante y ceñudo, calzadas las botas de campaña, el Che siempre con nosotros, haciendo lo que quedó sin hacerse, por hacer.
En esta mañana, el orbe entero, Madrid, París, Estambul, Ginebra; Argentina, Bolivia, Cuba, Chile, El Congo, Argelia; Europa, Asia, África, América, así nosotros, desde estas severas soledades de los Andes, donde, en sus pasos venezolanos, el Che alcanzara a acariciar nuestro sol que no quema, nos reunimos no para conmemorar su muerte y sí la gloria de su vida. La vida de quien un día le dio por tomarle el pulso a nuestra América junto con su amigo Alberto Granado, en 1952, convencido de que antes que sanar tan sólo enfermos más valía intentar curar a un continente de sus pandemias sociales, (Francisco González Navarro).
Mochila al hombro, venciendo ríos, crecidas, torrentes, inclemencias, selvas, farallones e imprevistos, curando pueblos, tuvo ocasión de percatarse de los infinitos problemas que nos agobian. Como él confiesa: de entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provoca el hambre y el castigo continuo… Sombrío, escabroso escenario que le bastó para apuntalar sus más hondas inquietudes, su postura resueltamente revolucionaria.
“Atravesamos, sostiene Alberto Granado, el Puente Internacional que une Cúcuta con la ciudad de San Cristóbal de Venezuela, el 14 de julio de 1952, aniversario de la toma de la Bastilla”.
Definitivamente, San Cristóbal conoció a Guevara, simple visitante, aparentemente anónimo, el 14 de julio de 1952 tal como lo reseña el itinerario de su primer viaje por América Latina; aunque se sabe de otras dos visitas clandestinas o que de incógnito Guevara hiciera a San Cristóbal por motivos estrictamente estratégicos, políticos, en una de las cuales se decidió su destino o muerte-vida, entre Venezuela y Bolivia.
El poeta argentino, Eduardo Dalter, recuerda haber leído que cuando Ernesto —son sus palabras— estuvo en San Cristóbal escribió un texto de unas quince líneas acerca del Torbes, muy sorprendido por su color y por su fuerza. Talvez el río enrojeció de más ante el delirio de aquel viajero enardecido de futuro — joven Cristo que acortaba camino hacia el calvario— En contraparte, al Che — el gigante nuestro, que crece, y no deja de crecer por toda nuestra respiración soñante, que nunca dice basta, y sueña más— no le quedó sino grabar en la palabra el presentimiento, el asombro, el escalofrío que la escena le deparó.
Mientras entre almendros, apamates, bucares, pomarrosos y guanábanos, entre veredas, lomas y laderas, capoteando lunas y luciérnagas, tratábamos de reconstruir aquel texto perdido entre la niebla y los caminos, nos sorprendió una narración libre, atribuida justamente al poeta Eduardo Dalter —bardo singular, emérito compatriota del Che—, escrita, puede observarse, sobre la base de los diarios y textos de juventud del mítico revolucionario, donde refiere su paso por la frontera en San Antonio, su estadía en San Cristóbal y sus impresiones acerca del río Torbes. La aparición de cierto niño, como interlocutor o compañía, que da punto de partida y extensión al texto, no sería otra, es de suponer que la de algún precoz bardo, quien precisamente contase con los años que se mencionan cuando el joven Ernesto Guevara se detuvo en el Táchira, julio de 1952, en camino de Caracas.
Convencidos de que nunca estamos solos, transcribimos esta oportuna e ingeniosa narración emanada de la pampa fraternal y próxima y lejana como el viento.
Recuerdo a aquel muchacho
“Recuerdo a aquel muchacho alto y flaco, que tendría como 9 o 10 años, que no cesaba de hablar y de reír. No sé cómo me dijo se llamaba, a pesar que en el camino, orillando el Torbes, me lo repitió como tres veces, mientras me decía, lugar por lugar, de toda la bajada de esas aguas rojas, de tanta fuerza, que aún hoy me sorprenden, porque parecen como brotadas de un lugar aún innombrable de alguna historia dolorosa (como tantas de este continente). Quería ser médico, creo me dijo, tal vez para afirmar una mayor cercanía en ese diálogo, que por momentos y en su voz parecía un monólogo. Pero más allá de eso, éste es un continente, nación por nación de un largo rosario empobrecido, donde todos los niños quieren ser, y ése es el juego más intenso y palpitante, que he observado. Hasta los flacos niños en harapos, que ofrecen empanadillas o tortillas o dulces a un costado de las polvosas carreteras, o en las estaciones terminales, quieren ser, quieren ser; desde los primeros años quieren ser, hasta que los va sorprendiendo la tarde, hora a hora, y todo se va yendo cuesta abajo en la amargura. Quieren ser ingenieros, que hacen falta para tantas construcciones que aún no existen; o médicos, para curar tantos dolores en las carnes y en los huesos; y hasta abogados suponen que serán, y sería bueno que lo fueran para que la justicia de una vez por todas sea justa, sea sensata, y tenga piel humana. Lo sé, lo sé; algunos, no sé cuáles, o muchos, terminarán siendo, por el peso de la tarde, como ese suboficial que en el cruce de la frontera, en San Antonio, me exigió, para darme paso, 20 bolívares, que por entonces no eran poco. Mientras recuerdo todo esto, en medio de este desierto de pastizales duros y acechos, pienso, me digo, que alguna vez esta historia va a cambiar. Ya los mismos niños, o pimpollos de este continente, lo proclaman: quieren ser, quieren ser; falta el comienzo, comenzar, augurados por la fertilidad y el sueño de estas tierras fértiles. Recuerdo a menudo el Torbes, que se me hace tiene el color y la fuerza de la historia, y hasta la vivacidad encendida de nuestros corazones, entre las palabras y las palabras y risas entrecortadas de aquel vivaz muchacho ¿Dónde estará hoy?, ¿con cuáles sueños?, ¿seguirá hablando así, y aún soñando así? Yo sigo de pie, como ven, a la entrada del camino, esperando el día, despierto, o como empujando al día. Y, para terminar, otra confidencia honda, breve y para siempre: nunca estuve solo”.
Una sílaba
Igual que acá en San Cristóbal el Che velara armas, en los Alpes, en Turín, hace exactamente cuarenta años, con ardiente júbilo latinoamericano, en el Centro Genti e Culture, velamos armas. En solemne vigilia en su memoria, en pluralismo ideológico-cultural, adheridos a los principios inspiradores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, implicados en una visión de utopía concreta y en acciones abiertas a la mundalidad, imantados en un único dolor, hermanados en el común empeño por el tercer mundo, por las luchas sociales y políticas, por los problemas del desarrollo, del hambre y de la paz, velamos armas y esperanzas, dando cuchilladas en la noche, para irnos en pos de la aventura a punta de herejías a fabricar el mundo o nuestras patrias.
Inmensa la emoción al constatar la fibra universal de nuestro extraordinario camarada, el Che, al encabezar su retrato la protesta de aquel Mayo Francés de 1968 extendido en toda Europa, y en las múltiples manifestaciones en todos los continentes. Genuinamente revolucionario, con su eterna compañera, el asma, soldado decidido, inigualable, de combate en combate, hombro a hombro, de fusil a fusil, despliega entre París, Argel, el Alpe y Roma y más allá del tiempo, su proeza singular, en la que la muerte no contaba y sí la madrugada en guerra de su brillo y gloria.
Corroboramos cómo en la cerca del mundo, en el alambre cósmico, la grandeza de la gloria descollar puede en la menuda desnudez de un nombre, una sílaba: Che… Ernesto, José, Simón, Manuela, María del Carmen, Tania, Argimiro, Jesús, Augusto, Ezequiel, Camilo... —perpetua, victoriosa ligadura, alcurnia sempiterna, cadena de eslabón seguro, verdaderos nudos de la humana estirpe en eterna subversión—.
Ernesto con los pies sobre la tierra
Lanza en ristre, en sentimiento de común heredad, Antonio Ruiz Sánchez, de nuestro patio, cosido con nosotros, nos dice:
“Por todos conocido como “EL CHE”, sigue siendo un ejemplar humano extraordinario. Revolucionario, quería redimir al mundo de la silueta de los males agudos que han marcado a la gente de la huella de todas las melancolías, como si al anca de un animal se errara el ardor de la tristeza sin tregua. Hace cuarenta años ofrendó su vida. El modo de hacerlo, en algunos espacios religiosos, le hubiese servido para consagrarlo en altares. Los católicos consideran que sus fieles son místicos cuando tienen un desprenderse total de los quereres, para entregarse a las altas causas. Así, tal la definición de San Juan de la Cruz, el más limpio y armonioso poeta del amor místico de la letra castellana. Guevara se aconteció de místico, renunciando a todo, vida incluida, para seguir su camino de sueños, cabalgando el Rocinante del costillar desnudo. Una vez asesinado en una escuela acosada por los vientos helados de las montañas andinas bolivianas, su rostro pasó a ser consumido por una sociedad que devora hasta lo mejor del tuétano honrado y limpio. Él fue el representante del hombre nuevo y dejó la lección exacta de su entrega. Ahora, pasado el tiempo, reconstituida a lugar conocido, en Santa Clara, su osamenta, el Che Guevara sigue ardiendo en el ánimo, a modo de lección. Dentro, en lo más oculto de la selva personal, en el territorio donde están agitadas siempre las aguas de las iras enteras, de los juveniles bríos, de las tormentas inolvidables, de las pasiones irredentas y de la más profunda e inagotable sed, vive, sin fábula y afeite, la figura de Guevara, con paso sereno de estantigua anda levemente por los aires evocativos, en la galería de los que nos hacen sentir vivos, aun en el último suspiro. Esos que nos permiten entender que en el talante de muchos palpita el miserable corazón de las serpientes.”
a ras de sueño y sierra y mar y tierraa ras de mundo a ras de eternidada ras de che el orbe el mundo enteroa ras de suelo… Ernesto sempiterno
más allá de la paz y de la gloriaa ras del cielo de su fiera Américabien calzadas las botas de batallaErnesto con los pies sobre la tierra
hay que amar con horror para salvarsede esta muerte que llueve hielo o fuegohay que amar con valor para salvarse
para ser otro y otra a ras de sueñoy volver por el aire al aire librehay que amar con el che para salvarse
más allá de la paz y de la gloriaa ras del cielo de su fiera Américabien calzadas las botas de batallaErnesto con los pies sobre la tierra
con timbre de sudor y de combatefurente empuñadura de guerrerosímbolo vivo va regresa vieneredoblado terrestre solidario
ciclópeo fusil amanecidoraíz tormenta cumbre sol y brumafecunda abrasa asombra triunfa calma
asoma arenga ataca arroba acuerdafogata y fogonazo y fogonerorelámpago su temple al infinito
tenaz y trashumante y peregrinoferviente guardador de la trincheravoz de poder y magna valentíaespumas de tu rostro redivivo
la miel y el agua pura y solidariaen la magia infinida de tu sombratu rabia y tu ternura y continentescoronas que tejiste al firmamento
la música que escondes en tus odiostus asaltos tus vuelos tus acechosdejástela en la furia de los pobres
de verde oliva en vestimenta aladade alegre fuego de apacible frentede pie junto a la estrella de tu gloria
¡Che, Comandante, Amigo, Acuérdate de Nosotros!¡Y que Dios no te dé paz y sí guerra!¡Hasta la Victoria Siempre!


Extracto del Discurso “A cuarenta años del Che – Guitarra en canto mayor” pronunciado al alimón por Pablo Mora y Rafael Armas en la Sesión Solemne del Consejo Legislativo del Estado Táchira en Conmemoración de los 40 años del asesinato del Comandante Dr. Ernesto Guevara “El Che”. San Cristóbal, Estado, Táchira, Venezuela, Martes, 09 de octubre de 2007

Potestades del hombre

Pablo Mora




A Ramón Ordaz y sus Potestades de Zinnia



Poseso de su angustia, va, calcula, se sostiene, adelanta, se defiende. Cavila debajo de la noche y la tormenta. Desangra en las cinco parcelas de la Tierra. Cabalga con toda la tristumbre de los montes. Desenfunda la paz contra la guerra. Enarbola los sueños de los árboles, la lluvia seminal de su plantío, el centro genital de su coraje, el canto forestal de sus costumbres. Camina noche, albada, sueño, vida. Amanece en horizonte, desplegado. Estrena atajo, madrugada, aliento, desde la playa de su antigua pena. Frente al largo espesor de su quejido, se reconoce, salta, se levanta. Sorprende, vivifica, sonreído. Relumbra, se decide, se esperanza. Finca en sus potestades la alegría, en los goznes del tiempo sus oídos. Arde de furia en la trinchera ardida, esconde sus consejas mal herido, quitándole la cara al fuego, al miedo.
Dialoga desde lo alto con las horas. Canta, se desborda, multiplica, de nuevo cuenta. Ofrece cuerpo, vida, alma y suerte. Aloja luminosa su rabia en las ojeras. Sostiene la mirada de los árboles. Bendice los salmos de las sombras, los imponentes secretos de la niebla, la silenciosa castidad de los cordones, mientras avienta duro el corazón del sueño. En furia cordial se descontenta ante la tarde, el fragor, el desespero, asido a su hermana gota jornalera, al pan que se esconde en los aleros. Lluvia tras lluvia, el suburbio se subleva. Llueve la grieta, la pobreza, el adobe llueve. Hambrientas, se arrinconan las miradas, se arropan furentes las tristezas; se persignan a gritos los silencios. Se desata la lluvia entre los sueños y arrasa, intensa, choza, caserío, vereda, ahorro, juerga, sementera.
Transita en tempestades mundanal miseria. Maldice las horrendas torturas del hermano. Consagra la levadura eterna de los panes. Conoce los pasos permanentes de la sombra. Despliega temores, ramalazos y portentos. Se agita en el fuego bravío de la mar. Se afinca en la locura en lucha con su pena. Mendiga la lumbre de la gota en el alambre. Quisiera recuperar el curricán perdido. Tritura las indómitas fieras que lo acosan. Renace de entre la podredumbre de la fosa. Se entrega en las redes de un tiempo submarino. Violenta volcánico la luz de otras estrellas. Arremete contra la infancia alada de las rosas. Se enrumba delirante al acecho de otra aurora. Se astilla ante el antiguo malecón del puerto. Desgarra el alma fulgurante de la flor. Se aferra a las entrañas de su viejo pan. Desguaza furente el huracán en alta mar. Desgaja las indomables fauces de la sombra. Se eterniza sepultado en la fragua de la guerra. Nos acusa, nos grita, nos reclama.

Manifiesto 2007

Pablo Mora




La poesía es una apuesta de vida.
El cara-sello del poema es revolución y vida,
revolución o nada.

Freddy Ñáñez







Jamás presentarse a premio alguno, salvo que se asegure de antemano una victoria insultante, épica y lucrativa. Iinsultante, pues de otro modo se insultaría a sí mismo; épica, pues sólo aura magna y poderosa confiere la dignidad suficiente para que sea una victoria en la ficción; y lucrativa: todo el cansancio tumbal que genera la epopeya sólo es soportable con el horizonte del dinero y la tranquilidad. Nárrese, por lo tanto, la historia de un Premiado con el detalle proustiano, la paciencia de Clarín y el desprecio por el mundo de Quevedo… Quizás sea el momento de explorar otra percepción de los desvíos, de buscar desde otros ángulos, de observar en los destellos del espejo, de describir la ofuscación, de voltear la entelequia, de sopesar qué perversidad o cuál aborto corroe la naturaleza. Momento, quizás, para una nueva teratología. (Marcos Taracido).
Si, definido socialista el Estado, el día después Monte Ávila también lo sería, disponernos a un Estado Social Naciente, auténtica transición fincada en una solidaridad alternativa y en una exploración de lo posible y lo factible. Allanar, bombardear a fuego de poesía. Añadirse a otro párrafo a continuación del punto final del ataúd. ¡La Poesía, la Revolución!
Poesía, Sociedad Anónima con cuantos nos precedieron, acompañan o vendrán. Escribir en nombre de otros, para los otros. No es cuestión de estar en el mundo, sino devenir con el mundo. Descalzos ante la gloria, desde la experiencia del ser, ensayar eternidades. Aportar al mundo de la poesía del mundo un canto coral para enriquecimiento de la belleza y la espiritualidad del hombre y sus asuntos, quebrantos y clamores. Aferrarse a las entrañas del viejo pan. Comprometerse con las injusticias. Liberarse del hombre decente parte de la religión, ese viejo escondite, guarida de dioses, infiernos y demonios. Del corazón, ese tercer cojón del hombre. Del sidoso divino providente. De los cojones de la Divina Providencia. ¡Liberarse!
Decidir entre perpetuar la neurosis colectiva o asirnos a un frente social concomitante con una real praxis liberadora. Declarar la Paz a la paz, la guerra total a la guerra, el odio personal al odio, el amor a la humanidad. Inventamos o nos anegamos. La poesía debe estar al servicio de la vida, tras la albada que nos lleve al día. Asombro sombra sueño soplo polvo polvillo noche alba en pasto en noche en cielo en tierra en humo en polvo en sombra en nada… sistema luminoso de señales, rebelde, subversiva, libertad, enigma, imaginación: Dirección de Inteligencia Espiritual.
Lámparas en el túnel, ser libres así el fuego nos cercene. Eludir la risa ensangrentada, engatillada. Abrazarnos a la Paz desde las barricadas de la guerra. Capturar las mareas de la guerra. Encender el fuego. Despertar la clarinada. Llegar vivos a la muerte. Asolear la eternidad. Sacudir asombros. Salvar la luz. Salvar al hombre. Armar al pobre. Armar a Dios definitivamente. Armar al prójimo y armarnos.
Unámonos, unifiquémonos, añadámonos, sumémonos, reunámonos, liguémonos, recopilémonos, aliémonos y enlacémonos, conciliémonos y aglutinémonos, adhirámonos, amalgamémonos y barajémonos, enrosquémonos, embebámonos, juntémonos, empatémonos, surzámonos e intercalémonos y entrelacémonos y entremezclémonos y entretejámonos. (Jorge de la Vega).



Décimo Quinto Encuentro de Escritores Colombo Venezolano
8 al 11 de noviembre de 2007
san cristóbal táchira venezuela

Sea la luz

Pablo Mora





Sucedió y es cierto que los valles dormidos despertaron y los ríos penetraron el corazón del valle y los de las montañas y hablaron los ríos el océano brotó de una de las apasionadas conversaciones entre el río y la montaña y de agua se poblaron las tierras el caldo prioritario calentó las calderas del tiempo y grano a grano se desliza la vida primera candela de conciencia sonidos y silencios sumidero del espacio por allí escapa el verbo su invención es casi inmortal y si no hay viento es necesario crearlo entonces verbo hace viento sucede que viento no muere y viaja y se anima y nacen todas las cosas los animales enjambres de cosas para el verbo carne fuego sangre agua luz sonidos metal músculo cerebro sueño creación universo sea la luz para la aldea el alba un día sea inevitable nada fijo todo flujo repentino reordenamiento interactivo selección natural nueva entidad irreversibilidad acontecimiento posibilidad orden a través de la fluctuación interacción conocimiento tácito en lo más hondo la verdad cada palabra en las demás en un hombre todos los hombres formando el universo desde una misma butaca viviendo la vida homología fundamental fluir de la energía lo repentino y nuevo el contacto locura circular a la intemperie compleja realidad del universo áreas comprometidas disponibles para un futuro no programado distorsiones de cualidad trama encantada al azar al margen de la conciencia nadie escoge adivina termina adivinando ver lo que todos ven y nadie piensa recuperar recuerdos palabras expresiones ideas sucesos imágenes cantos galerones melodías escudriñar activamente los dispositivos abiertos semiabiertos reconocibles (in)imaginables tocar el cerebro como se toca el piano expresar las ideas con palabras y oraciones adecuadas lejos de todo guirigay sampablera baturrillo papiamento levantarse temprano a saludar el alba recuperar el hilván con que zurzamos el espacio de la caída donde vida sea arte arte vida fija la mirada en el libreto asomarnos al canto de los árboles escuchar el aplauso de los pájaros acabar con el vértigo la urgencia acabar con la guerra que nos cruza con la noche que nos cruza con el hambre que nos cruza paridora de soles cruce el alba acabar con la crisis que nos triza con el caos que nos acosa con el caso del ocaso con el saco de la cosa con el asco del ocaso que te acosa con la tisis que nos crispa acosar al caos al ocaso de las cosas pasto sea de demonios el asco de los dioses sea la luz para la aldea el alba un día sea inevitable la fuerza del grito la sombra del silencio la palabra de pie como el rocío noche esclarecida de azul mañana que la fe vislumbra todo ocaso va viene se repliega caos cosa caso asco saco acaso acoso grabar el sueño entre los árboles desentrañar los secretos al asombro estar en el centro de la vida de por vida tener mucha imaginación para ver la realidad asumir absurdos enigmas laberintos y zozobras perpetuar la gloria del mundo en un grano de maíz mantener la espada en la trocha que corresponda abrir compartir la luz al mismo tiempo que la noche oscura encender lámparas en el túnel de la infamia enloquecida empuñar las manceras del arado en el lugar apropiado en el momento apropiado y en la circunstancia apropiada /psa

Jugar a Paz

Pablo Mora


Júbilo, alumbramiento, bienvenida. Ara en fulgor para el altar del tiempo. Luz en la voz y luz en las miradas. Gloria en la luz y en el amor del día. Llamarada de paz para la nave colmada de borrascas en la noche. Algo mejor para el mañana incierto. De nuevo niños con asombro puro. Aire de claridad en la amargura. Cósmica fuerza sobre el mundo alzada. Los pájaros, los árboles, la tarde, al habla con la brisa y con los hombres. Victoria de la noche de luceros saturada, victoria de la vida. La sangre universal cuando concilia la Tierra con los seres y la Nada.
Dios acicateando resplandores. La ternura del hombre florecida. Paz, gozo, amor, en yunta con la vida, para una humanidad en pie de guerra. Latido de corderos y de ángeles anunciando la paz a los pastores. Paso del tiempo, paso de las cosas. Paso del hombre a solas con su sombra. Estrella en el camino de los magos. Estrella para el hambre de los pobres. Lumbre para escaparnos de la muerte cuando la noche necia nos persigue. Manera de decir que Dios existe sin que nadie conozca sus resabios. Vieja costumbre de jugar a Paz entretanto la tierra se desangra.
Deseo de partir al infinito. De cara hacia el misterio. Para siempre. Luz de la luz, en gozo reverente, deslumbrando los tránsitos finales. Balcón por donde un niño al mundo asombra con sus hombros cargados de juguetes. La noche fulgural donde nacemos cuando a morir apenas comenzamos. Un niño con nosotros de la mano la puerta del misterio nos descubre. La sombra de la aldea galopando auroras, portachuelos, madrugadas. Definitivamente encandilados frente al día en que el odio no amanezca, seguimos puntualmente el paso al sol, esquivando las garras de la guerra.
Hurgándole el pavor a la jauría, ceñido el hombre de esperanza, sigue hacia la luz fugaz de sus fogones, hacia las cumbres donde duerme en paz. Calienta el pan, la claridad calienta. Apura el vino, la piedad apura. Bendice el fuego, la bondad bendice. Santigua el día, su morral bendice. De viaje hacia el confín del vuelo, el hombre confía plenamente en su destino, pregunta por la noche al mediodía, al tilín por la suerte de su infancia. Tilín, tilín, tilín, la campanada anuncia la llegada de la aurora, el transparente gozo de la luz, el esplendor triunfal de la alegría.
¡Ay del que viva lejos de su infancia, del que no sepa de ningún lucero, del que ignore el color de las ovejas y del que ausente de su ser delire! ¡Feliz quien con Francisco, atento, asista al canto matinal de los turpiales! ¡Feliz el simple labrador que sueña en ver crecer la flor en sus plantíos! Diciembre altivo en las fulgentes eras. Diciembre en el fulgor de la alegría. En los ojos azules de los ángeles y en el hambre del pobre y su quebranto. Diciembre, alumbramiento, bienvenida. Diciembre, asombro, arrobo y fogonazo. Diciembre, claridad en la amargura, para el pobre que duerme en el barranco.

Homenaje a Adriano González León

En memoria del compañero de viaje



Pablo Mora







¿Quién anunció la libertad primero, quién escribió su sueño, su poema, quién su nombre borró de las praderas, quién la muerte cruzó con nuestra sombra, quién le fundió la luz al caminante, quién le robo su vida repentina, quién sabe dónde dormirán los cielos, quién hay que no esté en pie de muerte andando, quién al árbol le quita su mirada, quién del polvo podrá escapar riendo, quién de verdad ha añadido algo al mundo, quién nos cortará el hilo de la muerte, la noche rumorosa de luceros, el amigo que casi nunca vemo

Miami, Puerta del Infierno

Pablo Mora


lasciate ogni speranza, voi ch’entrate
(Dante Alighieri - La Divina Commedia - Inferno - Canto III - vv. 1-9)




De recuerdo en recuerdo, martillando nuestras vidas, sombreando nuestro viaje, una locura delante de la arena. Lo sabe el agua, el mar, la lluvia, el horizonte espantado de mareas, calmando la furia de las horas, copulando sueños de gacela, arqueando el azul de los misterios, disfrutando del embrujo de una caribeña palma que deja filtrar sus jirones de sol entre Diarios de motocicleta. Notas de viaje por América latina del inolvidable Che. Compartiendo su travesía, lleno de amor, buscando su lugar en él, yendo hacia sí mismo en utopía creadora, en esplendente metanoia, convirtiendo sueños, ahondando en el espíritu del monte, olfateando todos los rincones, comulgando con la naturaleza y ese gran dolor en viaje, el hombre.
A pocas olas de la Cubanía, donde relampaguea la llamarada roja que en desencadenada furia deslumbra al mundo. De manos del enigmático silencio de Ciudad Doral, echando la primera ojeada al panorama que depara esta Puerta del Imperio, en nuestra invencible confianza de un sur que sueña, trama, espera, palpando el pulso de un imperio atroz y presuroso que a trochemoche hacia el desierto vuela. Laderando una de las tantas lagunas artificiales, dialogando con una docena de traviesos patos que se saben de memoria el despunte del sol por estos lares, con el vuelo permanente de naves que igual conocen los rostros amanecidos de hambre en las albadas del pobre, un poeta antiimperialista en el umbral de Norteamérica.
Miami, extensa planicie, lodo, fango en un principio, poblada, fundada por la cubana trashumancia, arroja serenidad a todo trance, sumisa paz, la misma que el hombre anhela, al orbe falta. Parte del histórico hormigón de una América dividida en tres, con su silencio acelerado, ofrenda al peregrino aliento y esperanza entre el supremo caos enseñoreado en un turbio mundo escandaloso, despiadado. Puerta Imperial, una ciudad de la que nadie en sí da razón, describe fehacientemente. No se llega a tener una clara idea de Miami si no es estando de veras de visita, no de compras solamente.
Encajada en la palmar Florida, una como colcha general de la globalización que se cierne sobre el orbe, donde el mar cobija todo sueño, toda arruga, todo asombro, todo mal y todo bien. Un recodo del Caribe, un instante del sol, testigo de los lamentos, los quejidos, las resonancias, los quebrantos, las llagaduras, los aullidos de los mares, de los hombres, de los sueños, tardanzas y pesares. Palma a la intemperie, donde la gota de petróleo se esconde a costa de todas las de sangre derramadas en desiertos, murallas, montañas, archipiélagos. Página abierta, hoja en limpio, para hospedar todos los caprichos del viento, todas las celadas del hombre, todas las potestades, todos los entretenimientos, todas las tiendas, las maldades, los ingenios. Para expresar la queja de la luna. Para saber del hombre, del hambre, la opulencia y la miseria.
Miami, donde toda droga tiene casa; todo sueño, albergue; donde un perrito, un pato, un alcatraz, un albatros, nos confirman que las alas de gigante impiden a los hombres caminar. Donde el poeta camina y hace de los pasos sueños y palabras; donde las cocuizas del alma alumbran las alpargatas de la noche; donde estar de paso no es lo que cuenta y sí las Uvas del Tiempo en una Navidad que al pobre nunca alcanza. Donde estar metido en los intríngulis de la técnica equivale a estar de espaldas al mar que todo sabe, amarra, alienta, ensancha.
¡Feliz la navidad del agua. La navidad en lluvia. La navidad en el barranco que tiempo no tiene para morir descalzo. La navidad laguna, la navidad dormida, la navidad garza, la navidad perdida, vagabunda, nocturna, entre la acera!
Miami, rama paseando entre la lluvia, negra esplendorosa, gringa somnolienta, india escarbando su cartera, grito, alarido, resabio del Caribe. Una carta de Hemingway. “El viejo y el mar”. La siesta eterna de unos gatos. Seis dedos por la tarde en la escalera negra. Un centavo en el suelo. Unos sirvientes. Un urinario. Una tinaja. Una columna verde. La primera guerra mundial dentro de un mueble chino. El Che mirando de reojo. Una balsa, una brazada, un hito, un tango, un mambo, una y otra queja, mil, trescientas mil señas, una risa equivocada. Una, dos, tres, vulvas distraídas. Diana Lane. Un postigo. Quinientas mil olas de paciencia.
Una novela que merece el Premio Nobel. Toda la verdad de la mentira. Un cuento de Pinocho o de la misma caperucita roja y el lobo, síndrome del miedo o la alegría. Un fantasma, una hipótesis de 60 lugares oscuros que conforman el eje del bien/mal. Una cartilla de Noam Chomsky con el objetivo de alfabetizar el tiempo, las mentes detenidas. Una empanada, un arepazo, una cocada, una rubiera, un paraíso de bondad y bienestar. ¡Una muñequita de cuerda! ¡Una ardilla! ¡Una apuesta! ¡Un casino a la intemperie!
Donde estás más loco de lo que puedes. Donde nos sentimos grandes plagiadores en la misma horrorosa máquina de teclear. Donde, en una camisa de fuerza, a los cuatro vientos gritas que estás perdiendo el juego del verdadero ping pong del abismo: peregrinaje a una cruz en el vacío junto a la antigua y nueva que apenas si refulge pectoral en la lascivia fundante, primigenia. Donde acusas tu locura y evalúas la revolución socialista a contracorriente o sueñas con dejarla tendida en el oleaje del camino. Donde abres los cielos de Walt Disney y resucitas a tu Jesús humano y viviente entre la sobrehumana tristumbre en harapos, en tormenta, en dura verga. Donde debe haber veinticinco mil y más camaradas locos, juntos, trasnochados, cantando las estrofas finales de La Internacional o entonando el Bella Ciao en algún puente de Fort Lauderdale.
Donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras sábanas chinas: los Estados Unidos que espantan, que tosen toda la noche y no nos dejan dormir como le pasaba al Che. En el Doral, digo, donde despertamos electrificados del coma por el rugir de los aeroplanos de nuestras propias almas, sobre el tejado. Ellos han venido para lanzar bombas angelicales. El hospital se ilumina a sí mismo... el loco sigue... el tanque sigue... la deuda sigue... la pesadilla... el hambre cierta, antigua y nueva... el absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos capitales… la deuda eterna… la bala con la que mataron al poeta... pero no podrán: porque esa bala, es el corazón del Hombre. Dios se mudo a Miami en estos días mientras un poeta cuenta sus pasos en la acera; en tanto el sol parece ciego.
¿Y que hace un poeta revolucionario en Miami más loco de lo que puede con horrorosa máquina de teclear, sin acentos y sin la decimoséptima letra del abecedario español, recordando a los poetas, a los buenos amigos, leyendo el EUREKA de Edgar Allan Poe, traducido por Cortázar y reconfortándose con la sonrisa de un abrazo navideño?
Agita pañuelos y barcos sedientos de la patria que consigo baila, lleva. Busca la suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo: esa línea que hace temblar a un hombre ante la añoranza de su suelo, su país, tirado abajo del mar, coronado de soles y neblinas, sombra de la guerra, lleno de vientos, puteando y puteando, quemado a fuego lento, triste en lo más hondo del grito, golpeado en lo mejor de la sonrisa, grifo en la hora de la autopsia, entre la sangrienta demencia que de antiguo atenta con la tribu, con el águila rapaz y su avaricia loca al acecho, toda espumeante de historia, tragedias y misterios, exhalando el vaho putrefacto de los siglos, sorbiendo la polvareda de las necias apetencias, alcantarilla de los grandes asesinos en el desesperado descuartizamiento de los siglos, en el despellejamiento abismal de las brechas, trojes o caminos.
Lo busca en las largas, confusas llanuras, serranías, en las que levanta, amasa y cuece el hombre su pan escaso, esparcido por el viento, rastreando la pulpa ausente de los frutos idos. Lo palpa entre las babeantes, incompletas verdades, vertiendo su estiércol, retrasando nuestra marcha hacia el pan de cada día. País despierto que grita; país resuelto que espera; país de sol y de nieve; país de siembra y cosecha; país de pulso y fuego; de barranco, lumbre y gloria; de palabra, pueblo y pólvora; de béisbol, ringside, furia y sampablera.
Desde esta Puerta del Infierno, soñándolo despierto, entre la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia, alzándolo en los brazos, ofreciéndolo a la vida, a punta de herejías, fabricándolo, llevándolo hasta la eternidad de un beso victorioso, sin revés, sin vuelta y sin derecho, de lejos y amargado y de sombra y de noche, insomne.

No se hace el amor tan solo de una ola

Pablo Mora


En el amor no cabe solo un mar menos en el mar cabe un solo pez no se hace el amor tan solo de una ola ni de un cuerpo el amor tan solamente aferrado zurcido entre la mar hijo de los espuelas del insomnio barco de alegre larga travesía ola lenta de fuertes resonancias cabalga el hombre a pelo sobre el mar el hombre en el Pegaso de la mar cabalga que cabalga las estrellas a caballo en las crines del asombro

Canción de Paz

Pablo Mora


Ancha soledad de los desiertos. Sol en los tejados. Silenciosa frescura del aljibe. Vellón azul rondando por el aire. Voz en alta llamarada. Milagro para el rayo en muerte de la guerra. Canto de la brisa, el sol y las quebradas. Hoja y camino. Camino caminando con el viento. Incógnita en el tiempo. Una pregunta en pie para los hombres. Colina para otear a Dios. Hondonada para hallar la luz. La cresta de un lucero, por el postigo corazón mirando.
Susurro de los árboles, tu sueño. Tu corazón, del tamaño del mar que conocemos. Tu cabellera, los ríos, las quebradas, los riachuelos. Diminuta, te escondes en los sauces que duermen a los lagos, en los cipreses de la tumba ajena, en los aljibes de las casas solas; en los zaguanes del amor del viento o en las pestañas de la madre pobre. Hojarasca entre la noche de los pájaros. Tronco fatigado por el tiempo y la tormenta. Latido de fogata crepitando entre la fronda.
Conoces nuestra locura como nadie más conoce. Nos visitas muy de madrugada o cuando cae el sol sobre el tejado. Contigo supimos los misterios de las cosas como si fuéramos espías de los dioses. Sus secretos descubrimos. Conoces todas las nieves, todos los riscos, todos los gestos de los hombres, todo el espesor del viento, la justa medida de la espera junto a la luz total de nuestras cosas. Fabricas los sueños del jardín. Doblegas la furia de la guerra. En cada trinchera nos proteges; nos cubres en cada retirada y avanzas con nosotros, la primera.
Has asistido a mil batallas y tienes otras mil por combatir. Ilesa saldrás en cada portachuelo. Ninguna polvareda nublará tu paso, menos las luces de tus blancos senos. Mientras seamos capaces de asistir a un terremoto sobre un rayo de luna o a una tempestad en una gota de sol, crecerá tu sombra, Hilandera Majestuosa, la de todos los hilos de los sueños. Desde los Decretos de Belén y de la Sala de Actos del Smolni, con el mundo entero por testigo, tranquilidad no del orden existente, sino la de un orden nuevo, en busca de una humanidad nueva. La de elevar al hombre nuestro sueño. La de tan amarte y tan morirte, P A Z.
“Alguien soñaba cierta noche que todos los poetas del mundo, a un solo impulso, escribían sobre las paredes o los muros de las ciudades de la tierra una canción contra la guerra. Y que todas las madres y los padres y los niños y los jóvenes y las muchachas de todas las ciudades, las aldeas, las praderas, las montañas y los mares del mundo copiaban aquella canción en los cuadernos y en los platos, en las ollas y en las sábanas, en los zapatos y en las arenas, sobre los autos y las chimeneas, sobre las camisas y las pelotas. Hasta que todo el mundo fue una sola canción contra la guerra. Ni los políticos bribones, ni los militares obtusos, ni los científicos de la destrucción ni los mínimos ni los máximos comerciantes de la guerra pudieron atreverse a nada, mucho menos a soplar su globo de colores, pues la terrible P de la palabra Paz golpeaba con tanta furia sus intestinos que cada vez reducía más a gabazo su mala fe.” (Gustavo Pereira).

Ay quien te juzgue poesía

Pablo Mora



Ay quien piense saber de poesía sombra antigua puede ser la más cercana y almácigo el horizonte más sentido es la primera noche el primer día la queja de mujer sobre la arena el grito del hombre frente al mar o el mar en fuga apenas escuchar vivir la muerte el soñar de la cigarra en celo armas de la noche ángeles en vela oleaje mujer que sube y llega paz de las aguas la gaviota en guerra sabor de virgen agridulce en cierne costa desierta el viaje que regresa
ay quien crea entender la poesía la sombra en llama corazón de pie loca sombra la última sonrisa embestida del rayo el pronto amor sonora soledad candente claro la del pájaro en árbol lluvia al hombro la canción del desvelo en dulce rosa risa grana unos ojos verdes grises campo sin nombre corazón desierto mayo crudo en acecho un almendro sueño del agua rosa celestial alma bien podada una flor mujer rosa desnuda tú en mi cuarto plena mujer desnuda el alma de noche verdad desnuda el alba viva eterna desnuda estrella costa del ocaso la desnudez la gracia el verbo el ánfora
ay quien ose catar la poesía viento ardido el sol rosa y alto y puro viento alegre los salmos del riachuelo manso viento las almas de la aldea viento de amor el mar la maravilla luna partida sueño en agonía el silencio mordido por las ranas garzas pintadas de lunitas verdes torre abierta los sueños de paseo ala del mar soberbia amplia alegría tardo suspiro inmenso asombro vivo
ay quien piense pulsar la poesía río en la mar el hombre en sacro duelo el gran dolor el hombre enviajecido el hombre pequeñito de papel nacer entrenacer piedra viento ola fuego hombre vida sueño verdadero hombre solo el simple niño desandando el amor la muerte la redención del hombre el cuerpo un volumen un sistema una máquina un mapa negro un hueco negro sin tierras sin ojeras gesto reflejado arrastrado por el río dolorido en la arena sepultada más allá una frente un brazo el pecho un remolino de plumas un aullido una humedad morada asoleada cuerda cuerpo de Dios abandonado llama anaranjada luz negra arena quemada por el muro a lo largo del muro hierve sangra cayendo uno a uno serpiente ondulando aullando reverso de la luz para medir la exactitud del agua cada hombre contiene una palabra retenida en el interior de su pupila un canto inexprimido en su garganta un torrente de suspiros pasto de perros y de aves somos hombres calcinados cortezas vacías de lo que antes éramos y el mismo cielo, todo un hombrecito! agranda enigma tus portones entraremos de cabeza contra el dolor contra la muerte fuego encendido contra la noche oscura sombra antigua olvidado asombro que a las costas de la divina antigüedad nos ata no se entiende en verdad el mediodía en verdad de verdad tan solo enigma
ay quien te juzgue humana poesía se pierde o se gana un relámpago lluvia de palabras silenciosas bosque de latidos y esperanzas presagio peligro miedo la luna con gatillo arañar hasta rabiar sonreír debajo de los árboles aligerar los ríos y los soles la llagadura igual que de costumbre el amor la muerte la redención del hombre estancia sin salida lugar vacío espera ciega imposibilidad feroz de lo posible aúpa el sufrimiento armado mientras amaga un golpe que nunca inflinge busca volver de golpe el golpe enveta bolivarianas fragosidades en la línea mortal del equilibrio azular y planchar todos los trilces hasta apretarse duro duro el alma zurcir cada lindero cada almácigo los versos antisépticos sin dueño enigma solamente solo asombro

La vida de los libros

Pablo Mora




Una página emblemática, digna del mejor encomio, de Eduardo Carranza, admirable caso de una vida consagrada, por entero, a la poesía, con un fervor incomparable.
“¿Quién dijo que la ciudad de los libros era una muerta ciudad, un amarillo panteón? Habría que olvidar el atractivo casi femenino que esos breves cuerpos de papel ejercen, tiránicamente, sobre nuestro cerebro y nuestro corazón.
¡Qué rumorosa, palpitante vida, la de una asamblea de libros! ¡Qué trémulo concierto de voces, de músicas, de silencios, en el ámbito de una biblioteca! Algunos, entre los que la habitan, hablan con seca entonación doctoral explicando las razones del mundo, los problemas del tiempo, del espacio, de la inmortalidad; otros se congojan de la fugacidad y de la muerte; cantan aquéllos en voz baja, humedecida de voluptuosa ternura; otros narran, sin fin, un cuento melancólico como la flauta de Satán; se alza aquél, paladín de la verdad y la justicia; otros suspiran y sonríen en tenue prosa menor; ése, en un rincón solitario, medita con la frente inclinada; éste vuelve su rostro hacia Dios; ése y ese otro se enfrentan, ceñudos, en acerada polémica; aquél danza entre la llama jocunda de la vida; otro disuelve en el aire el filtro de los sofismas encantadores; uno dice con caliente voz el siempre nuevo CANTAR DE LOS CANTARES y otro llora, nostálgico y dolido, sobre la ruina de los sueños y los amores, sobre la vanidad, inanidad y futileza de las cosas. Y ese otro, la mano en la mejilla, meditabundo, como el soñador de Azorín, escucha la respiración del abismo, es decir, de nuestra conciencia, o se asoma a lo angustioso, lo hermoso, lo tenebroso y enardecido que subyace en nuestra sangre, nuestra alma y nuestro sueño.
Tal vez, a media noche, cuando los hombres duermen bajo el cielo, viven los libros –como en un cuento de Andersen– sus existencias feéricas. Y descienden de sus callados aposentos y, en delirante confusión, discuten, predican, monologan, relatan, meditan, sueñan, cantan. Y cuando el alba pone su gajo de luz en el balcón y el gallo alza la cresta de su canto, regresan presurosos a las estanterías, se aquietan los negros diablillos de las palabras; y los libros duermen, a su turno, esperando unas finas manos, unos ojos enamorados, una frente absorta, una mirada ansiosa o fatigada que los despierten y encuentren dulce su compañía bajo la lámpara y su luz a media voz.” (Eduardo Carranza)
Así la vida secreta de los libros, la misma de la poesía: “La poesía circula, va y viene en la mochila del estudiante o en los ojos de la muchacha, y en los vientos y caminos impensados. Avanza o baja o retrocede (según de desde donde se la mire). Nada la detiene, ni el valor del timbrado del correo, que poco entiende de poesía, de libros, de cultura, y sólo sabe sumar… tampoco la detienen las viejas vallas para entrar a librerías, a universidades, ni otros cercos. Ella fluye paciente, inconmovible. Es como un agua, como un aire, desde siempre, y ahí va… No deja de ser un camino, ni puede dejar de serlo. La vida siempre quiere ser; es su destino (qué falta haría si no la poesía), y cuando lo hace es un brote plural, natural y un encuentro.” (Carmín).

Noticias enigmáticas

Noticias enigmáticas
Pablo Mora




Casa de los pájaros, casa de los vientos: el aire. Cerdo del oleaje: la ballena. Bosque de la quijada: la barba. Asamblea de espadas, tempestad de espadas, encuentro de las fuentes, vuelo de lanzas, canción de lanzas, fiesta de águilas, tormenta de hierro, encuentro de las fuentes, juego de los filos, borrachera de las espadas, lluvia de los escudos rojos: la batalla. Fuerza del arco: el brazo. Sacudidor del freno: el caballo. Peñasco de los hombros, castillo del cuerpo: la cabeza. Fragua del canto: la cabeza del poeta. Ola del cuerno, marea de la copa: la cerveza. Yelmo del aire, tierra de las estrellas, camino de la luna, taza de los vientos: el cielo. Manzana del pecho, dura bellota del pensamiento: el corazón. Riscos de las palabras: los dientes. Luna de los piratas, techo del combate, nubarrón del combate: el escudo. Hielo de la pelea, vara de la ira, espina de la batalla, pez de la batalla, perro de cadáveres, remo de la sangre, lobo de las heridas, rama de las heridas: la espada.
Granizo de las cuerdas de los arcos, gansos de la batalla: las flechas. Sol de las casas, perdición de los árboles, lobo de los templos: el fuego. Delicia de los cuervos, alegrador del águila, señor de la pelea, árbol de la espada, teñidor de espadas: el guerrero. Negro rocío del hogar: el hollín. Árbol de los lobos, caballo de madera: la horca. Rocío de la pena: las lágrimas. Serpiente de la guerra, dragón de los cadáveres, serpientes del escudo: la lanza. Espada de la boca, remo de la boca: la lengua. Asiento del halcón, país de los anillos de oro: la mano. Techo de la ballena, tierra del cisne, camino de las velas, prado de la gaviota, cadena de las islas: el mar. Árbol de los cuervos, avena de águilas, trigo de los lobos: el muerto. Lobo de las mareas, caballo del pirata, ciervo de mar, patín de agua, potro de la ola, carro arador del mar, halcón de la ribera: la nave.
Piedras de la cara, lunas de la frente, joyas de la cabeza: los ojos. Fuego del mar, lecho de la serpiente, resplandor de la mano, tesoro del dragón, bronce de las discordias: el oro. Reposo de las lanzas: la paz. Casa del aliento, nave del corazón, base del alma, asiento de las carcajadas: el pecho. Tesoro del pecho: el pensamiento. Nieve de la cartera, hielo de los crisoles, rocío de la balanza: la plata. Señor de anillos, distribuidor de espadas y tesoros: el rey. Tejedora de la paz: la reina.
Sangre de los peñascos, tierra de las redes: el río. Riacho de los lobos, marea de la matanza, rocío del muerto y de las armas, agua de la espada, sudor de la guerra, cerveza de los cuervos, ola de la espada: la sangre. Hermano de la luna, fuego del aire: el sol. Mar de los animales, piso de las tormentas, caballo de la neblina: la tierra. Yelmo del aire: la neblina. Yelmo de la noche: la sombra. Crecimiento de hombres, animación de las víboras: el verano. Hermano del fuego, daño de los bosques, lobo de los cordajes: el viento. Bosque de la guerra: el ejército. (J. L. Borges: La poesía de los escaldos).
Saliva de las estrellas: el rocío. Guarapo de los ojos: las lágrimas. Semilla del vientre: el corazón. El sol del pecho: el alma. Mi otro corazón: amigo. Madre: tierra. Ternura: madre. Entrega: ternura. Perdonar: olvidar. (Gustavo Pereira: Sobre salvajes).
Paz: No es lo que surge cuando finaliza la guerra; es lo que nos permite evitarla. (Anónimo).