jueves, 11 de junio de 2009

Carta magna

Pablo Mora


Somos las dos terceras partes de la población de América Latina. Somos profesionales; ya formamos nuestro propio hogar. Nos proponemos alcanzar logros muy importantes para la empresa en que trabajamos y aspiramos a recibir a cambio una mejor remuneración y capacitación permanente. Somos trabajadores; laboramos para atender nuestra propia subsistencia y la de la familia. Confiamos en que saldremos adelante en la vida, con tesón y perseverancia porque estamos convencidos de nuestras propias capacidades. Somos muy críticos frente al país y al Continente que heredamos. Somos estudiantes de clase media baja, activos, capaces, que aspiramos a cambiar las cosas y a trabajar con ganas para sacar adelante a la familia. En nuestro futuro no vemos nada... ni grandes metas ni extraños horizontes... sospechamos, señores líderes, que ustedes nos ven con desencanto: pandilleros, drogadictos, conflictivos, trans, cuya única preocupación es la parranda de los viernes... ¿qué crédito podrán darnos si nos ven así? Señores dirigentes, volvamos a pasar la película y grábense otro casete en la cabeza, porque los jóvenes no somos eso.
Queremos ser mejores pero no tenemos a quien imitar. Si somos violentos, intolerantes y egoístas, es porque somos producto del país que ustedes mismos han creado. Entonces, señores dirigentes, empresarios, políticos, maestros, generales, ustedes deberían, ante todo, liderar con su ejemplo.
Hoy, los jóvenes vivimos entre dos sentimientos encontrados: de inmensa fe en nuestras propias capacidades y de desconfianza en las instituciones. Por eso, el siguiente mensaje va para los adultos: lo que ustedes están haciendo, como lo están haciendo, no funciona.
Nos sentimos divorciados de los actuales líderes del Parlamento y de la política, de Las Fuerzas Armadas, de los medios y del sector empresarial. De los primeros, porque están saturados de vicios y porque le imponen al país sus intereses egoístas, mezquinos, cuando la política debería ser el espacio más adecuado para realizar el bien común; de la televisión, la radio y la prensa, porque des-educan, volcando sobre el público valores negativos y una imagen distorsionada y falsa de la juventud. Y, divorciados, de las Fuerzas Militares, por corruptas.
Nuestros propósitos apuntan a que el hombre del mañana sea mejor y a que la sociedad esté cimentada en valores practicados en el seno de la familia, en los centros educativos, en las empresas, entre amigos, en el barrio y en la ciudad. Queremos que esos valores estén explícitos, que nos permitan integrarnos con los demás y que se conviertan en la huella digital que me identifique a mí y a ustedes como argentinos, chilenos, colombianos, peruanos, venezolanos y, también, como latinoamericanos.
Quienes contribuimos a escribir esta Carta estamos conscientes de que sólo creando con nuestro propio esfuerzo organizaciones grandes y sólidas lograremos aumentar nuestro poder negociador... Un llamado al optimismo. Señores dirigentes de América Latina: ¡Hagamos de la crisis una oportunidad! Que los problemas no se vuelvan un escollo insalvable, sino un fecundo estímulo para sentarnos juntos, ustedes y nosotros, a diseñar iniciativas. Los jóvenes de América Latina declaramos que nuestra responsabilidad indelegable es con el cambio, y la hora del cambio es hoy, no mañana.
(Fragmentos de la Carta magna elaborada por 450 jóvenes de cinco países (Argentina, Chile, Colombia, Perú y Venezuela), entre 14 y 29 años, de diversos estratos, participantes en la investigación “Somos Jóvenes”, desarrollada por el Convenio Andrés Bello).

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