jueves, 11 de junio de 2009

Entierro de fusiles

Pablo Mora


En la Alocución del Presidente Chávez, al anunciar medidas de materia fiscal, cambiaria y de orden productivo, afirmó: "Tomé una determinación en Maracay que hoy quiero ratificarla delante de toda Venezuela y delante de todos los venezolanos. Dije aquella noche: soy zurdo, como ustedes saben. Soy zurdo y entonces me paso la espada a la mano derecha y le pongo la mano izquierda al arado, siguiendo aquella profecía, una especie de profecía bíblica que dice que algún día el hierro de las espadas, se convertirá en hierro de los arados, es decir del desarrollo, de la economía (...) Pido ayuda a todos para envainar la espada que es lo que finalmente algún día debemos hacer. Envainar la espada definitivamente y guardarla en el baúl de los recuerdos y ponerle las dos manos y todo nuestro ser individual y colectivo al desarrollo integral, al arado, a la paz, a la concordia nacional, al respeto de la diversidad que va a la búsqueda de soluciones y de caminos positivos para todos... Ratifico esa determinación con la más profunda y sólida de mis voluntades y les prometo que, y creo que ya hemos pasado una prueba en estos últimos días, les prometo que no voy a pasarme esa espada de nuevo a la mano izquierda. Pero pido ayuda de todos o a todos los sectores nacionales y más aún, repito, para envainarla."
Palabras que nos traen a la memoria la respuesta de Fidel Castro a la correspondencia que le dirigiéramos el 26 de Julio de 1998, a 45 años del Moncada: "Sí, buena cosa es que saludemos todos al Sol. Bueno es que compartamos esperanzas, ternuras y arrecheras. ¿Pero por qué habla usted de "empuñar fusiles nuevamente"? Los fusiles, señor Mora, se toman y se cargan y se disparan cuando ello es necesario, cuando no queda otra salida, cuando morir o matar es la única alternativa que resta para reconquistar la dignidad. Pero la Revolución ha de hacerse, señor Mora, para poder enterrar los fusiles, de una vez y para siempre. La Revolución es Paz, y por eso cuesta tanto, justamente. Permítame usted que recurra a otro concepto del Che: "La fuerza —decía él— es el recurso definitivo que queda a los pueblos. Nunca un pueblo puede renunciar a la fuerza, pero la fuerza sólo se utiliza para luchar contra el que la ejerce en forma indiscriminada. Nosotros (y podrá parecer extraño que hablemos así, pero es totalmente cierto), nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa (...) Hay algo que debe cuidarse; que es, precisamente, la posibilidad de expresar las ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos se logren algún día en América (...) Porque si esas aspiraciones del desarrollo económico —que son, en definitiva, las aspiraciones de bienestar en cualquier forma que sea y como quiera llamársele– la aspiración del pueblo a su bienestar se puede lograr por medios pacíficos, eso es lo ideal y eso es por lo que hay que luchar (...) Y nada de laureles, señor mío; nada de empuñaduras, ni de ejércitos rojos. Si ha de haber laureles, será para honrar la memoria de nuestros muertos; mientras deba haber ejército, entre nosotros su color será verde olivo (y que cada pueblo elija el suyo); si ha de haber empuñaduras, será en las manceras de los arados."
Ojalá compartamos la luz al tiempo que la noche oscura. Hasta salvarnos todos con las mismas manos, los mismos arados y los mismos sueños.

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