martes, 9 de junio de 2009

Vivos todavía

Pablo Mora




Cabe la lumbre de un amanecer repleto de luciérnagas. A lomo de siglo. Al compás de un mismo sueño. Dispuestos a alcanzar el horizonte. Desde estas alboradas soñolientas. Desde el relente de este portachuelo. Vivos bajo el caudal enloquecido. Bajo la lumbre agazapada, el cósmico pavor de la centella. Vivos todavía. Ante la huerta, jalonando soles, siglos, madrugadas, ventisqueros. Cruzando ríos en noches espantosas. Cruzando mares. Invocando orillas inasibles. Capeando turbias confusiones. Remando entre tifón o torbellino. Después del vendaval, el cataclismo y la vorágine. Después del arrebato. Después del llanto, el miedo, el desespero. El hombre al desamparo de los dioses. A cielo descubierto, galopando tristumbres, soledades y esperanzas.
De mano del lucero. Junto al grano y la simiente. A la derecha de la sombra. Del remolino, el vórtice o corriente. Del lado acá del cielo navegamos. De la sombra a la pena. De la pena al sollozo. Del sollozo al sueño. De la Nada a la Vida. De la Vida a la Muerte. De la Muerte al Misterio. Sobre las entrañas de la noche. Navega que navega. Rema y rema. Asombro el de los magmas furibundos.
Vivos todavía. Huyéndole al buitre de las aguas. Huyéndole a las garras del barranco. Huyéndole a la furia, a la jauría. Huyendo de la tarde y de la nada. De la angustia crispada de la muerte. Al pie de algún diciembre sin enero. Sacando cuentas, esperando olvidos. Sintiendo las tinieblas y el relámpago. El ansia desgarrada de la luz. El canto, el rezo, el grito, el desenfado. El coro, la canción, el griterío. El aullido terrible de los hombres. En el lugar del hambre todavía. En el lugar del grito todavía. Bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros.
Vivos, en este mundo todavía. A la espera del juicio, la sentencia. Frente a todos los triunfos y derrotas. Venimos de la muerte hacia la vida. Nos espera la sombra de la estrella. Lo saben las espumas de la mar. Lo saben las montañas diluviales. De donde brota – monstruo de la noche – y estalla de furor entre las cumbres la tormenta feroz del ventisquero. Primero fue el barro. Y el barro se hizo llanto. Siempre fue el llanto y estamos en el llanto. Seguimos en las sombras todavía. Vivos, en este barro todavía. (León Felipe).
“Gira la gran rueda del tiempo.” (Enrique Bernardo Núñez). El tiempo la ventana por donde la noche nos mira. “El presente es el yunque donde se forja el porvenir.” (Víctor Hugo). “El tiempo es el precio de la eternidad.” (Bourdalque). “El dolor rompe el tiempo… En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche.” (Ernesto Sabato).
Calladamente todo voy dejando: pensamientos, corbatas y recuerdos. El cafetal de mi primera aldea muy lejano está ya de mi conciencia. Prosaicamente todo voy dejando: los sueños, los presagios, las veredas. Es poco lo que resta ya en mi mente de lo poco que he visto aparecer. Hasta este sueño ya me está dejando: de tanto andar sobre la misma acera teme que será en ella donde quede. Calladamente todo voy dejando. Todo en mí solamente es ya recuerdo y apenas si recuerdo lo que queda.

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